Es tal el trasiego de personas que se prestan a cargar la droga adosada al cuerpo o en el interior de sus organismos, que el puerto ha terminado por convertirse en un escenario del tránsito continuado de estos individuos. Las últimas operaciones policiales han estado ligadas directamente con este tipo de tráfico. Sus protagonistas, detenidos de diverso pelaje y condición, saben perfectamente el límite de la cantidad de droga que pueden portar para, si no tienen antecedentes, librarse de la prisión. Los traslados se hacen por el embarque de pasajeros pero también en vehículos.
En los últimos días la Guardia Civil ha interceptado varios vehículos que pretendían embarcar con individuos que llevaban droga adosada, ingerida o dentro de, por ejemplo, botellas de plástico. Lo curioso es que ha habido jornadas en las que se ha interceptado hasta seis vehículos seguidos que pretendían el embarque teniendo todos ellos ocupantes con pequeñas cantidades. La presión se intenta ejercer por ambas vías, mientras las fuerzas de seguridad escenifican intervenciones en el mismo escenario buscando llevarse al detenido. Unos, unos metros más adelante, otros, algo más atrás, pero, en definitiva, el mismo delito.
En la otra puerta de entrada ala ciudad, en la frontera, las intervenciones son aisladas. Ejercer el mismo control que ahora se da en el puerto sería inviable, aunque curiosamente el Tarajal representa la gran puerta de la droga a Ceuta, vía de coches cargados de hachís (el pasado viernes fueron localizados dos vehículos con droga en su interior sin que la misma estuviera perfectamente oculta, símbolo de que saben que los registros son prácticamente inexistentes) o personas que usan sus cuerpos para introducirla como camalos y descargarla en las viviendas que sirven de base.
Del dirigente del PDSC al miembro de una oenegé
La Guardia Civil mantiene abierta la investigación que dio pie, el pasado martes, a la detención del ya cesado secretario general del PDSC, Rafael García. Fue detenido con kilo y medio de hachís en Algeciras, pero su arresto no fue aleatorio. Hubo más en la propia Algeciras y en otros puntos del sur peninsular y la zona de Levante, todos presuntamente vinculados en este traslado de pequeñas cantidades de droga al otro lado del Estrecho. El perfil del pequeño pasador de estupefacientes no es fijo. Saber quien carga la droga en su interior o quien la lleva adosada al cuerpo constituye más un ejemplo de pericia y suerte. En el día de ayer la UPR del Cuerpo Nacional de Policía dio muestras de ello al detener a un hombre de 62 años, bien trajeado y con la tarjeta de una oenegé bien visible colgando del cuello. El individuo en cuestión llevaba más de dos kilos de hachís adosados al cuerpo. Quién lo hubiera pensado al ver a una persona así, con sus años a las espaldas y que se presentaba como miembro de una entidad de reconocido prestigio. Las apariencias resultaron engañosas puesto que tras un registro se comprobó que llevaba las placas de hachís adosadas a distintas partes del cuerpo. La Guardia Civil localizó también pequeñas cantidades de droga, arrestando a personas de distinta condición, edad y apariencia que habían decidido llevar a cabo el mismo delito: traficar con hachís a pequeña escala. A pesar de los filtros impuestos en el embarque ceutí hasta Algeciras llegan quienes lo burlan. Al otro lado se detuvo a 14 personas. Adultos, menores, todos beben de las mismas organizaciones que siguen, a goteo, sacando el hachís a Europa.