Llevaba tiempo interiorizando las palabras para Kike (Enric Ballesteros y Segarra), empecé a pensarlas en las excursiones en los montes de la Ghomara marroquí. Era principios de diciembre, cerca de Chauen, me pareció apropiado porque había compartido con mi apreciado colega catalán, Nuria Teixidó y mi propia familia, una pequeña excursión por estos entornos.
Todos estos ambientes guardan coherencia geológica y forestal, además de conservar grupos de macacos que también fueron observados entonces, Nuria debe atesorar un curioso recuerdo de ellos. Se me hacía bonito evocarlo en estos entornos naturales, él, que es tan aficionado tanto a la montaña como al mar, y al fin y al cabo, entiendo mejor mi letra cuando no escribo debajo de agua. De hecho, las montañas aludidas sirvieron para afinar la pluma, y llenarme del espíritu de la creación. No obstante, quiso la providencia, que fuera en la coqueta y peculiar cordillera del Hauzz, entre Fenidek y Tetuán, donde terminara de volcar mis sentimientos por el amigo fallecido para esta vida temporal, y nacido a la plenitud del espíritu.
Es en esta dualidad de carne y alma donde somos genuinamente humanos, así nos concibió Dios, y es en esta condición espiritual donde espero reencontrarme con él explorando juntos los mares y montañas del corazón. Para las personas de fe, el cielo intemporal, es algo tan real como este mundo, visible y temporal, que nos cobija en este precioso y duro planeta. Hace unos meses, hablé con Kike, y le abrí mi corazón confiándole mi repentina conversión y vuelta a la fe católica, y él me habló de un íntimo amigo suyo que se había hecho sacerdote hacia bastantes años. De seguro que habrá rezado y gritado en los altares implorando por él.
Espero tener oportunidad de conocerlo algún día, cuando me acerque a visitar a mi familia y amigos en Barcelona, ambos hemos estado unidos por la comunión en la plegaria. Ciertamente llevaba mucho orando por su sanación, y cuando me informaron de su repentino final, no tuve sensación de tristeza, sino de plena esperanza. La oración hace bien, tanto al que la necesita, como al que reza por la intención. Oramos en muchas situaciones, y elevados nuestras plegarias de variadas formas, de hecho, estas cuatro excursiones de montaña, dos en pleno mes de Adviento, y las otras dos justo antes de que acabar el año, estaban rociadas de sentimientos de trascendencia, dedicadas, en cierto modo, a uno de los científicos-naturalistas más completos, originales y humanamente vitales que nunca haya conocido.
A pesar de no pasar demasiado tiempo en compañía de mi colega, sé, que su vida, ha sido una obra de arte dedicada al cultivo científico, con pasión por las especies y los hábitats naturales. Una existencia llena de audacia, valentía y amor, en beneficio de la causa de la conservación. Su forma de afrontar y luchar con la enfermedad, ha sido un auténtico ejemplo de pundonor y estoicismo que no ha pasado desapercibido a ojos de sus amigos y familiares.
La excursión empezaba con emociones intensas, nada más comenzar, mi perro Aman y yo, nos topamos con un grupo de macacos que se encontraban en el bosquete sagrado de Bouch Mill, que guarda la tumba de un santo y místico musulmán. Conté más de veinte individuos, algunos machos fornidos y bien protegidos entre las grietas de la dorsal caliza.
El último día del año ya estaba prometiendo causalidades, pues Kike observó macacos en aquella excursión mentada. Sin embargo, lo mejor estaba por llegar, unas islas de vegetación escondidas entre los peñascos dolomíticos, nos esperaban, quería verlas y palparlas en homenaje el botánico que nos acababa de dejar. En ellas, se esconden secretos bien guardados, y símbolos que unen harmoniosamente ciencia y trascendencia. Estábamos subiendo hacia las pequeñas crestas hauzzinas y ya se divisaban acebuches, palmitos, lentiscos y hiedras, todos arremolinados en sus peñones kársticos. Las paredes exhiben texturas de viento y agua, sus bases llenas de bloques pétreos indican colapsos de gravedad producto de la erosión, y quizá de pequeños movimientos sísmicos, tan característicos de Alborán.
En estas dorsales, hay una geografía de islas dispersas, archipiélagos conectados por un mar calizo, incluso también se puede navegar a través de los mares del sur, y fantasear con Stevenson y Defoe. Los palmitos con sus troncos son realmente palmeras cocoteras, y la verde floresta que las rodea, una micro-jungla imaginada. Hay otro tipo de islas, unas mayores que otras, con un verde realmente oscuro que al paso de las nubes resplandece por pequeños momentos. Los laureles y los helechos asociados a sus troncos, susurran el nombre del amigo, y repiten una lección que recibí de sus labios, sobre la presencia de testigos de los hielos glaciales en estas regiones.
Estos helechos tienen unos bellos rizomas que son bien capaces de acumular tierra, y generar un rupícola suelo en la vertical, que parece inverosímil. Nada es imposible para Dios y su fecunda imaginación, y estas asombrosas adaptaciones, no solo nos sirven para entender la naturaleza a nivel racional y práctico, buscando sus verdades biológicas. También son bellezas que nos elevan, y símbolos espirituales con las que el Altísimo se comunica con sus hijos y les habla de eternidad. La negación espiritual nos empequeñece, empobrece y endurece nuestro corazón.
Todo conocimiento debe servir para hacernos más sensibles, humildes y agradecidos por todo lo que nos es dado de forma gratuita. No convirtamos el conocimiento científico en un nuevo ídolo al que adorar en fútiles altares, propios de corazones de piedra. Esta es una época, que trata al conocimiento como una suerte de liberación de la persona, y sacrosanta excusa para negar a Dios, sus llamados y preceptos. Así, estamos construyendo la cárcel más siniestra, oscura y desesperante que pueda existir.
"Kike conformaba su propia isla, una geografía interior que se distingue por su originalidad ante el resto"
San Gregorio de Niza creía que nuestra tarea era dignificar la Creación, a través del conocimiento y la sabiduría de Dios. Se puede clamar por la conservación de la naturaleza por muchos y variados motivos que inspira el buen sentido, hay razones legítimas, y en algunos casos, es un noble ejercicio. Pero si las finalidades son puramente prácticas, y se hace sin caridad hacia los demás, entonces, no eleva el espíritu y carece de valor.
El hombre justo lucha por conservar la belleza de la obra natural y la dignifica batallando para salvaguardarla, esta es tarea propia de los seres humanos. Si además, orienta su labor por amor al Creador, se convierte en un acto de santificación y agradable al Cielo.
Kike conformaba su propia isla, una geografía interior que se distingue por su originalidad ante el resto, yendo a contracorriente en algunas ocasiones, o quizá casi siempre. Nos entendíamos muy bien, compartir la pasión por conocer más sobre especies y hábitats une mucho, sobre todo en un tiempo de tanta promoción científica enajenada, y dirigida a alejarnos del propósito directo de nuestro estudio, esto es, generar algo de verdad racional en base a los datos objetivos. Ambos fuimos muy francos, tal vez, un pronunciado defecto en foros oficialistas, pero al menos un puñado verdades fueron dichas. Fue un bentólogo y botánico reputado, apasionado de la divulgación científica sin complejos.
Mientras otros iban pagados de sí mismos por la vida, el brillante Kike pasaba delante de ellos, deshaciendo entuertos cientifistas, y desarrollando una ciencia de calidad, a la vez que útil e inteligible. Estaría muy contento de poder ver la guía de hábitats meso-fóticos que estamos terminando de los mares canarios, a los que también prestó mucha atención.
El querido Kike, podía discutir hasta límites insospechados sino veía las cosas claras, nunca entendí su respetable posicionamiento político, pero siempre se asomaba a las ventanas de la amistad, sin rencores, por los desencuentros dialécticos, bendito sea por ello. La primera vez que coincidimos fue en una campaña científica a bordo del buque oceanográfico “García del Cid”, mi director de tesis, Alberto Brito, me subió a este barco, para que recabar datos orientados a la redacción de mi tesis doctoral, y también para que entablara relación con diversos colegas españoles del mundillo de la biología marina. Con posterioridad, coincidimos en Madrid, en reuniones sobre hábitats marinos españoles. En Ceuta, vino en el inicio de su enfermedad, para tomar datos de la frágil e importante comunidad coralígena.
Muchos fueron los contactos y preguntas sobre hábitats y especies de corales, en el trascurso de sus viajes científicos, la mayoría de la mano del programa “Pristine Seas” de National Geographic. Incluso llegamos a publicar algo juntos sobre algún coral exótico. Recuerdo con mucho cariño el encuentro en las Azores, dentro del marco de una macro-campaña internacional con varias universidades e instituciones. Su peculiar voz y cadencia, resuenan en mi mente al saludarme en el desayuno de un hotel de Madrid, o en la recogida de equipajes del aeropuerto de Horta, o a través de sus mensajes, haciendo preguntas sobre esta o aquella especie de madreporario, o gorgonia. Tenía demasiada confianza en mis limitados conocimientos.
"Aproveché sus conocimientos de Baleares para bucear en algunos lugares maravillosos"
Otros están más capacitados para hablar de sus logros en diversos campos de la botánica, y espero que escriban cuando puedan. Por mi parte, me limito a comentar aspectos que me sedujeron de una personalidad arrolladora. A pesar de sus vastos conocimientos científicos, nada me cautivó más de Kike que su auténtica pasión por la naturaleza y su diversidad de aficiones combinado con un estoicismo a prueba de bomba. Aproveché sus conocimientos de Baleares para bucear en algunos lugares maravillosos, y me encantó la recomendación que me hizo para explorar y sumergirme en algunos lagos del pirineo catalán.
Las guías científico-divulgativas que publicó junto a otros colegas son tan útiles como entrañables. Por encima de todo, el libro sobre sus campañas por el Mediterráneo oriental y la foca monje, tocaron definitivamente mi corazón y aumentó mi admiración por toda su trayectoria vital.
Me encontraba también haciendo ciencia y obra divulgativa, escribiendo literatura de naturaleza, y empezando buceos extremos para explorar y describir hábitats circalitorales que nunca pensé que realizaría. No he cesado de ampliar mis horizontes científicos gracias a viajes y experiencias en diferentes lugares compartidas con diversos colegas. Todo eso, me hizo sentirme cerca de su espíritu, y de alguna manera misteriosa, almas que se reconocen entre ellas, estábamos unidos en la distancia. Siento una profunda admiración por Goethe y Humboldt, y tenía frente a mí, a un genuino representante de esos tiempos, completamente extemporáneos para algunos, y de plena actualidad, según mi percepción de los tiempos que corren. Igual subía picos de montaña, se sumergía a cotas batimétricas profundas, o visitaba las regiones polares.
Entre estos pensamientos y recuerdos, hemos llegado al islote final del relato, las presencia de vetustos y centenarios Tejos, aislados en intrincados mares de piedras y paredones. Este es el puerto final, y homenaje póstumo al botánico, y a su caleidoscópica personalidad. ¿Que especie es esta mi querido Kike?, creo que no es la común T. bacata sino que se trata de otra, acaso T. cuspidata o qué sé yo. Y le lanzo a él la pregunta para que me sonría desde su espacio de salvación y vida eterna, y disfrute de mi renovada pasión por la fe católica. Deseo, como decía San Pablo, que nuestro Señor te haya concedido el espíritu de sabiduría y revelación, y lo hayas conocido en una experiencia personal, y abierto los ojos del corazón para mostrarte tu morada final.
Hemos perdido a uno de los grandes naturalistas de nuestro tiempo, provenía de la escuela de Ramón Margalef, y era un alma abnegada. Espero que aquellos científicos a los que ha formado, sigan su iluminada senda de conocimiento, sabiduría y emoción.