La Fundación Museo del Mar, está iniciando desde hace un año viajes de exploración con una nueva entidad internacional denominada Ocean Census, de la que se ha comentado, en anteriores colaboraciones, algunos proyectos llevados a cabo en fondos profundos en Tenerife. Sirva este primer artículo sobre el ártico, para hablar de estos nuevos viajes de trabajo y aventuras por los mares del planeta, de la mano del Museo del Mar. Con esta entidad ceutí, nos une una gran relación de amistad y colaboración fructífera en el conocimiento y divulgación de nuestro patrimonio natural y cultural.
Los viajes científicos son siempre una provocación interesante para el intelecto y el espíritu, y en esta ocasión he tenido la inmensa suerte de participar en un workshop de corales de profundidad del ártico con cuatro jóvenes y entusiastas científicos a mi cargo, rumbo al Círculo polar, “ktub shemel” en la lengua árabe. Nuestro destino era Tromso, ciertamente, una de las ciudades más norteñas de Noruega, y más frías también. No obstante, su gélida belleza anima a la salida de montaña o a la aventura marina, y a contemplar boquiabierto el insólito y sublime espectáculo de las luces del norte. Tuvimos la oportunidad de disfrutar de ellas, en las cercanías de nuestro alojamiento, las pequeñas y coquetas caballas del camping de la ciudad. Una simpática científica argentina, nos alertó de las luces del norte en plena noche, de repente todo quedó lleno de magia y belleza bajo el color verdoso y rojizo de estas maravillosas nubes invernales: un sublime fenómeno atmosférico.
Todo es nuevo para nosotros por aquellos lares, y la intensa, densa y septentrional atmósfera no desmerece en absoluto la experiencia. Había salido de Ceuta con el corazón encogido por mi viejo perrito Agrom, ya huido de mi vista carnal, y espero el reencuentro en el mundo venidero si nuestro Señor me lo concede. Como duele el amor en la carne y la separación temporal, por todo aquello que tanto se quiere y estima; los sufrimientos espirituales por los que nos rodean, son una prueba inestimable de nuestra profunda conexión trascendente, con la naturaleza y también con los demás seres creados, sean miembros de la especie humana, o de otras especies, que como el perro, viene acompañando al ser humano desde los albores de la domesticación.
Este viaje tenía la intención de cubrir el segundo paso de la campaña ártica iniciada en mayo de 2024. A bordo del buque oceanográfico noruego Kron Prins Haakon, dedicado al actual heredero de la Corona Noruega. Este es un país curioso, y de muy reciente independencia con respecto a sus dos principales rivales/amigos y vecinos, Dinamarca y Suecia. Con unas profundas raíces vikingas de conquistas y aventuras ultramarinas, los noruegos de 1200 regían los destinos de sus fiordos y también de Groelandia, Islandia, Faroe, y parte de Gran Bretaña (Islas Shetlan; Islas Orcadas; Islas Hébridas y hasta la Isla de Man). Después de la peste negra, en 1350 todo esto se perdió, y cayeron en manos de las dinastías danesas, que los gobernaron más de 400 años.
Una vez que consiguieron quedar libres de los daneses, fueron obligados a estar bajo el gobierno de los suecos, que a su vez estaban regidos por antiguos soldados de Napoleón. Finalmente, su hambre de independencia se avivó durante el romanticismo, y la vuelta a las raíces de la mano y vigor de sus mentes más privilegiadas, y el entusiasmo de un pueblo con afán de modernidad, y de progreso en derechos civiles y democracia. Afortunadamente fue una respuesta moderada, debido a la capacidad de algunas voces inteligentes y preclaras que finalmente prefirieron volver su mirada a sus vecinos del sur, los daneses, para buscar al príncipe Carl, al que ofrecieron el trono de Noruega, en alianza con la princesa británica Maud. De ese modo, se aseguraban, tanto las miradas complacientes de los países europeos, por su moderación política, como la alianza con los británicos, en caso de que los suecos tuvieran tentaciones de volver a apoderarse del país. En fin, desde la restauración de la corona de Noruega, el Rey Carl, quiso tomar el antiguo nombre Haakon, típico de las antiguas dinastías vikingas, y por eso, el nombre del buque que ha motivado este pequeño resumen histórico.
En el mentado navío, estuvo embarcado Alfredo Rosales, de la FMM de Ceuta, con un nutrido grupo de colegas venidos de distintas partes del planeta, todos ellos dedicados a escudriñar las profundidades árticas durante un mes aproximadamente. Un poderoso ROV con capacidad para descender, captar imágenes y tomar muestras a miles de metros de profundidad, era el principal instrumento de trabajo, que daba cobertura a la parte fundamental de la campaña: la realización de una colección de muestras biológicas para su clasificación y estudio científico. En ese viaje, Alfredo Rosales, nuestro hombre para las técnicas moleculares, es a la sazón ya un avezado buzo técnico y es muy capaz de hacer muy buenas observaciones de naturalista tanto bajo el mar como sobre la cubierta de un buque científico.
Naturalistas con entusiasmo y sentimientos amorosos por la vida salvaje, y su conservación, llevan un renovador viento de aire fresco a los anémicos ambientes científicos de estos tiempos, tan dados a lo virtual y apegados a las pantallas, y a los datos sin contrastar. Los trabajos para desarrollar el conocimiento por las especies, y las descripciones pormenorizadas de organismos desconocidos no son fáciles, y son necesarios talentos innatos, además de un perseverante entrenamiento de mar y laboratorio. Ya lo explican con gran maestría Gould y Wilson, en sus brillantes monografías y ensayos científicos. Inculcar la pasión y la emoción por el naturalismo científico en mis jóvenes alumnos y colegas, es lo único que puedo aportarles, y quizá sea mi único talento que vino conmigo, sin mérito alguno, y con el que me bendijo el buen Dios.
En otros campos, me superan ampliamente y empujan todas estas investigaciones, actualizando métodos y combinando lo clásico con el mundo digital y las disciplinas moleculares. Sus espontáneas observaciones y saludable desparpajo, son tan divertidas como de gran utilidad, y observo con deleite, como crecen de manera consistente en el conocimiento científico. Todo ello, en un gran ambiente de camaradería y buenas vibraciones, posibilitando que termináramos nuestro trabajo preliminar, en la Universidad del Ártico, con eficiencia y prontitud. Estoy satisfecho del esfuerzo realizado por todos ellos, pues no es fácil compilar una memoria de trabajo, preludio de una posible publicación que vendrá en meses posteriores, en inglés, y plena de imágenes y observaciones morfológicas y ecológicas. Los otros dos compañeros de viaje fueron Dacio Correa y Ander Congil. El primero es el que trabaja codo a codo conmigo en Ceuta, mientras que Ander se dedica a los necesarios mapas de distribución, y estuvo escrutando conmigo el entramado bibliográfico, y la localización del material tipo en museos europeos, y por otra parte, apoyando también a Alfredo en su trabajo de análisis molecular.
Todas estas labores son fundamentales para finalizar nuestras investigaciones de forma consistente. Los resultados científicos han sido muy interesantes con tres especies nuevas de anémonas de mar (hexacoralarios sin esqueleto); y otras seis nuevas entre gorgonias y alcyonáceos (octocoralarios con esqueleto). Pero lo más relevante, no serán, las nuevas especies y géneros, a pesar del gran valor científico que tienen estas novedades recogidas a gran profundidad, sino el poder aclarar el estatus de otras que están depositadas en museos y así poder resolver problemas sistemáticos, e incluso realizar redescripciones de otras especies que necesitan actualizarse. De todo ello, es muy posible que también se describan otras especies crípticas, confundidas con otras, que se encuentren en los estantes de algunos museos de zoología de Europa. Justamente, esto fue lo que ocurrió en el Museo de Zoología de la Universidad del Ártico en Tromso, que encontramos especímenes erróneamente catalogados. Al realizar un análisis preliminar, descubrimos que se trataba de un grupo de especies no descritas para la ciencia.
Llegamos con mucha ilusión y ganas, desplegamos nuestros materiales de laboratorio y las cámaras fotográficas. Nos enfrentamos a una fauna extraña recogida entre los 1500 y los 4000 metros de profundidad en el círculo polar Ártico, y como pensamos había muchas especies y algunos géneros por describir, no solo en los mares y océanos del planeta, sino también, escondidos en muchas colecciones museísticas, y carentes de estudios profundos de clasificación.
Estos trabajos se han realizado en colaboración con el proyecto OBIOMA II, gracias a la colaboración y financiación del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO).