El movimiento feminista se encuentra en una fase de auge en todo el planeta (a pesar del fuerte impacto de la pandemia y de los desesperados intentos de la extrema derecha por volver a la edad de piedra). Es una realidad incuestionable. El término feminista, en otros tiempos denostado, e incluso ridiculizado, hoy se blande con orgullo. Sin embargo, es preciso hacer una imprescindible reflexión. Su fulgurante extensión social, hasta convertirse en un valor (casi) universalmente asumido y prestigiado, ha provocado que se diluya en cierta medida su significado. Porque una parte muy importante de las personas que se adhieren a la lucha feminista lo hacen intentando combatir las consecuencias de la desigualdad, pero no las causas.
Todo el mundo coincide en que es preciso erradicar la violencia de género (puro sentimiento de compasión humana). Todo el mundo está de acuerdo en que es preciso acabar con la brecha salarial entre hombres y mujeres (puro sentido de la justicia). La ingenuidad extrema, o el feminismo mal entendido, pueden llevar a pensar que la brecha salarial se supera pagándole más a las mujeres; o que la violencia de género se soluciona poniendo más policías para evitar que agredan a las mujeres. Gravísimo error.
El feminismo no es una protesta contra hechos visibles que distorsionan los valores democráticos en el conjunto de la sociedad vulnerando los derechos de las mujeres. El feminismo es un movimiento revolucionario. Porque se orienta a destruir una estructura de poder. El patriarcado (vulgarmente llamado machismo) es la estructura de poder más extensa y potente del mundo. Es consustancial con todas las civilizaciones que en la historia han sido; está profundamente arraigado en todas las culturas; forma parte esencial del sustrato de todas las ideologías; pervive incrustado en todos los subconscientes. Se reproduce, perpetua y normaliza a través de todos los mecanismos posibles. En especial, a través de la educación (por ser la herramienta más eficaz).
“Nuestra lucha está destinada a ir más allá de nosotras mismas, incluso más allá de las mujeres, está encaminada a construir un proyecto colectivo y expulsar de este las discriminaciones y las desigualdades. Las feministas somos partisanas del todo y nuestra meta, al final, es formar parte de la comunidad política, no como colectivo, sino como individuos, es decir, como ciudadanas”
La lucha feminista, la más noble de cuantas batallas libra la humanidad en este tiempo, no se puede limitar a buscar una igualdad ficticia o algunos retoques del sistema. Es necesario asumir que no es posible acabar con la opresión de las mujeres sin destruir la estructura de poder que la soporta. Esta lucha tiene que abarcar todos los ámbitos de la vida. La educación es uno de los más influyentes y decisivos. Por eso es preciso avanzar en la pedagogía feminista desde una premisa clave: “Enseñar no para adecuar a las mujeres al mundo, sino para cambiar el mundo”
Por su ejemplar clarividencia, reproducimos íntegramente este texto de la reputada feminista española Clara Serra:
“Cuando en el mundo hay desigualdades y exclusiones, ignorarlas es la manera más segura de perpetuarlas. Quienes oponen el feminismo a la igualdad o quienes afirman no querer hablar de hombres o mujeres, sino de personas, han decidido vivir en un mundo que no existe. En el mundo real no podemos permitirnos olvidar que somos sistemáticamente tratados como hombres o como mujeres, y la existencia persistente e insidiosa del machismo hace necesaria la existencia del feminismo. Ignorar la desigualdad solamente contribuye a perpetuarla y ser neutral ante una injusticia es elegir el bando de los que van ganando.
Las mujeres tenemos que enfrentarnos a un mundo en el que ser mujer implica una serie de consecuencias perjudiciales. Por ser mujeres y poder quedarnos embarazadas somos despedidas, no somos contratadas o no promocionamos laboralmente. Por ser mujeres cuidamos de los demás en la invisibilidad, sin tener la garantía de que el Estado nos cuidará a nosotras cuando lo necesitemos. Por ser mujeres trabajamos sin obtener remuneración y sacrificamos nuestra independencia económica y nuestros derechos sociales, llegando a la vejez sin pensión y expuestas a la pobreza.
Por ser mujeres somos objeto de una violencia especialmente cruel y mortífera, una violencia que nos priva de nuestra libertad y de nuestra seguridad, tanto en las calles como en casa. Ser mujer es relevante y puede atar nuestros destinos. Ser mujer o ser hombre no es un dato que pueda ser ignorado más que por una política que no tenga ninguna intención de revertir los efectos negativos e injustos de esta diferencia. Así que ser feminista es tomar partido, implicarnos en una sociedad de la que formamos parte, entender que tenemos que juntarnos como afectadas por esa parcelación social y actuar desde ella. Ser feminista es ser partisana y afirmar la identidad de las mujeres, afirmar nuestros vínculos, similitudes y semejanzas, es afirmar un “nosotras”.
Sin embargo, aunque ser feministas implica entender que tenemos que visibilizarnos como parte de la sociedad, esa visibilización no debería estar al servicio de afirmar y sostener nuestra particularidad. Nuestra lucha está destinada a ir más allá de nosotras mismas, incluso más allá de las mujeres, está encaminada a construir un proyecto colectivo y expulsar de este las discriminaciones y las desigualdades. Las feministas somos partisanas del todo y nuestra meta, al final, es formar parte de la comunidad política, no como colectivo, sino como individuos, es decir, como ciudadanas. El feminismo, por tanto, aspira en último lugar a disolver esa identidad entre las mujeres, a construir una sociedad en la que las mujeres, por el hecho de ser mujeres, no compartamos un destino. El “nosotras” del feminismo ha de ser solamente un pronombre provisional.”
,, aquí, en nuestro País, lo que existe es una falta de educación tremenda,,, luego entramos en los que no saben diferenciar entre el feminismo y la Viogen, maltrato en ámbito familiar o una agresión sexual, ,, los que también desconocen los casos que se producen en nuestro País por razón de sexo día a día, denunciados o no, que se queda en eso, desconocimiento de los que no lo viven , no conocen o simplemente porque les da lo mismo lo que ocurra en casa del vecino.. leo a diario algunos comentarios y me asombra la falta de comprensión a esas mujeres víctimas de algún delito de los que nombré al principio , tremendo,, y sí ,claro que sí existen denuncias falsas interpuestas por alguna mujer,, como también existen infinidad de mujeres que de una forma u otra no denuncian por depender al 100 % de su pareja, y tienen que vivir en esa situación toda su vida,, a esas, únicamente darles mucho ánimo y mucha fuerza, y que sepan, que existen infinidad de Organismos que les pueden ayudar, ya sea judicialmente, sicológicamente o familiar,, etc.. el primer paso , DENUNCIAR.. desde las Islas baleares un fuerte abrazo a todas las mujeres y sobre todo a mis mujeres CABALLAS...