Los hechos que llevaron al despliegue de un dispositivo policial el pasado viernes para detener al supuesto autor del tiroteo al menor Sufian A.D. no son ajenos a la barriada Príncipe Felipe, cuyos vecinos viven atemorizados por las amenazas de sus propios vecinos, pero también “de otras zonas cercanas” y que llegan a impedirles denunciar a aquellos delincuentes a los que, tal vez, conocen demasiado bien. El miedo, sin embargo, les lleva, en lugar de a la Comisaría a presentar la pertinente denuncia, a encerrarse a cal y canto en sus casas, desde donde, en alguna ocasión, han sido testigos de la agresión contra sus propios bienes. “Una vez un hombre vio por la ventana como quemaban su coche, pero nadie se atreve a denunciar, ni siquiera él mismo lo hizo”, explica el presidente del Príncipe Felipe, Said Mohamed. Casos así son demasiado frecuentes y el propio representante vecinal achaca la oleada de atentados a la escasez policial en la zona. “La UIR pasa, pero nunca se queda y cuando llamamos a la Policía nos torean, y al final no suben, pero si lo hacen tardan tres cuartos de hora”.
En unas barriadas muchos y en otros muy pocos, así se podría resumir la distribución de efectivos por la ciudad que Mohamed critica: “300 policías para algunas zonas y en otras ni siquiera llegan a subir”.
La algarada del pasado viernes, con un dispositivo policial que finalmente no logró su objetivo, pone de manifiesto que los propios vecinos se encuentran “desamparados” ante una delincuencia que cada vez va a más. “Hay gente con antecedentes y que se pasean como si tal cosa por la barriada y no hacen nada”.
El incremento de robos también está a la orden del día, y así lo hace saber Mohamed, señalando que, en los últimos días, han robado en el interior de una vivienda, mientras que en una de las tiendas de la barriada, ya se han producido hasta tres robos en lo que va de año. “Ha sido con arma blanca, pero ¿qué ocurre si un día entran con un arma?”, se pregunta preocupado. Pese a ello, las denuncias brillan por su ausencia, y la solución que se plantean es, como en el caso de la propietaria del establecimiento, cerrar su negocio. “Si no se denuncia no se puede hacer nada, pero es tal el miedo que muchos vecinos están pensando en abandonar la barriada”, apunta.
Mientras se encuentra una solución al problema, los vecinos continúan “soportando una convivencia” con los propios delincuentes “que campan a sus anchas” por la falta de proliferación de denuncias, pero también por una ausencia de efectivos policiales que únicamente están de paso por estas peligrosas zonas.