Sucesos y Seguridad

“Hay viser hasta en los kioskos de helados”

Los funcionarios de los registros públicos de Ceuta están que no pueden más. Después de los hechos denunciados por la Sección Sindical de la FeSP-UGT, sobre un desencuentro ocurrido en la oficina del Ceuta Center, los propios trabajadores han querido narrar la situación de desamparo en la que se encuentran. Todo a cuenta, dicen, por la falta de personal que pueda ayudarles a desempeñar con mayor profesionalidad su trabajo.
Charo comienza contando lo que ocurrió el pasado martes. “Vino una chica para presentarme una documentación porque quería hablar con el presidente de la Ciudad. Quería empadronar a un menor”, comienza su relato quien lo padeció en sus propias carnes. Según parece, ante la imposibilidad de que alguien atendiese su petición de empadronamiento, la señora, desesperada, pretendía dirigirse directamente a Juan Vivas. Charo, la funcionaria de registro que la atendió, la informó de que ese trámite no era posible. “Le comuniqué que esa documentación no la podía mandar al presidente porque no procede”, argumenta Charo. Asimismo, informó a la ciudadana para que acudiese a Estadística, departamento que se encarga de este tipo de trámites.
“Entonces, comenzó con malos modales, a chillar, diciendo que la tenían mareada, de un lado a otro. Que ya había ido a Estadística y que allí no la querían empadronar”. Ante esta situación, Charo intentó averiguar más detalles acerca del caso para poder ayudar a la ciudadana. “Me dijo que era marroquí y acusaba toda esta situación al hecho de haberse casado con un hombre español”, continúa contando Charo. “Empezó a gritar, diciendo que toda la culpa era nuestra, y acusando a los españoles de su situación”, explica la funcionaria después del sofocón sufrido.
En último lugar, Charo le ofreció a la ciudadana la posibilidad de enviar su petición a la Consejería de Gobernación aunque, como ella misma apunta, “no tenía mucho sentido”. Charo narra que “la señora insistía en que quería hablar con el presidente. Entonces, le dije que esto era un problema más, como otro cualquiera, y que me iban a devolver su petición”.
Ahí fue cuando la ciudadana, según cuentan los funcionarios presentes, perdió los papeles y comenzó a disparatar contra ellos. “Entonces, ¿yo qué hago? La culpa la tenéis lo españoles, el Estado de mierda”. Según cuentan, se levantó y comenzó a decir que “¿entonces, qué hago? ¿Me suicido? Mañana, mi hija y yo estamos muertos, muertos”. Los funcionarios cuentan que después de ese momento de tensión, salió a la calle y les dijo de todo.
Al ser preguntados por si este tipo de situaciones son frecuentes o se trata de una cuestión puntual, los funcionarios del Registro de Ceuta Center fueron tajantes. “No son situaciones puntuales. Suele ocurrir. Vienen personas muy alteradas. Todo el que viene, quiere que se le atienda su petición y siempre no puede ser. Hay personas que no lo entienden, se alteran y cargan contra nosotros”, cuentan entre Charo, Inmaculada y María del Mar. Las acompaña Enrique, jefe de negociado de Registros de la Ciudad. “Que se metan con nosotros y con los españoles es algo que ocurre con frecuencia”, aclara Inmaculada.
Este último, Enrique, advierte que la situación podría llegar a ser complicada. “No disponemos de ninguna medida de control. Ni viser, ni ordenanzas, ni arcos de seguridad”. Charo refuerza las palabras de su ‘jefe’: “Aquí nos dicen de todo”. Él continúa. “Yo tengo que hacer de viser de seguridad y de ordenanza”.
Inmaculada también trabaja en la oficina de Registro de Ceuta Center. “A mí llegaron a decirme ‘me cago en tu puta madre’, en árabe. Mi madre acababa de fallecer. Es que son tantas cosas las que pasan aquí con el ciudadano”, se queja resignada. Inmaculada argumenta que nadie la respeta a pesar de ser funcionaria y representar a la Administración Pública.
María del Mar cuenta al alimón con Inmaculada un caso ocurrido hace unos años. “Aquí se ha visto, incluso, un tío masturbándose en un pasillo. Y ese mismo tío, a las cuatro de la tarde, cuando todavía no habíamos abierto, empujando las puertas para entrar. ¿Y ahora, qué haces?”, cuentan entre el temor y la indignación de verse desprotegidas. Una funcionaria que no se identifica sentencia: “Si hay viser de seguridad hasta en los kioskos de helados”.

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