A su paso por la escalera, se topa con un azulejo. No es un accidente aislado ni tampoco una imagen excepcional en el bloque doce de la avenida del doctor Marañón de Ceuta.
Es la escena corriente y común con la que conviven los ocho vecinos de esta comunidad. Barren la arenilla y los restos que, con regularidad, aparecen. Viven con deficiencias, con averías con frecuencia y con la inseguridad de que algún cascote caiga sobre alguien.
La fachada, que da a la carretera, es el origen del problema que arrastra este grupo de ceutíes desde hace, al menos, unos cinco años. La vivienda, tras un siglo de achaques, padece las consecuencias de su vejez.
Trozos de la pared, cerámicas u otros elementos se desprenden de los muros gota a gota. De hecho, se pueden apreciar en algunas de sus zonas ladrillos al desnudo, una estampa que se da, en especial, en la parte trasera de la estructura.
Sufian Ajnea está al frente del edificio. Es un vecino más y sufre las consecuencias del paso del tiempo en doctor Marañón. Él y otro más son los que realmente disponen de un empleo para afrontar los gastos de reparaciones, según relata.
A la necesidad de redimir las caídas de materiales, se suman otros estropicios relacionados con la entrada de agua en los domicilios u otros incidentes. La falta de suficientes recursos económicos y la inversión de los pocos que reúnen en roturas que surgen los ha llevado a buscar más opciones.
No pueden acceder a una subvención al no ser una vivienda de protección oficial y, desde hace como mínimo tres años, no se convocan ayudas más genéricas fuera de las de esta tipología. Lo saben a ciencia cierta por la gestora a cargo de su caso, que les ha informado al respecto.
Los dos presidentes anteriores a él han intentado en vano tener un respaldo que les permita acometer las obras. Sufian ha recurrido a múltiples opciones, desde solicitudes a Ciudad o consultas a Emvicesa. La más reciente ha sido acogerse al partido político Ceuta Ya! para hacer de intermediario en su caso.
El Gobierno local les ha aclarado, tras presentar un escrito formal, que entre las funciones no está la rehabilitación de fachadas. Aun así, desde el ente les han remitido que la petición ha sido trasladada a Planificación de Inversiones y Servicios Urbano.
La respuesta también contiene como encomienda dirigirse a las oficinas de la empresa municipal de la vivienda. Sin embargo, esta otra salida también ha quedado sellada. La compañía de servicios de la que se valen ha llamado por teléfono a Emvicesa. “Respondieron que la subvención solo está destinada a edificios construidos por el ayuntamiento”, menciona.
Los vecinos han intentado paliar el asunto también a través de la contratación de un seguro. “Cuando vino el perito y vio esto, dijo que no podía asegurarlo porque lo más probable es que se cayera algo”, comenta.
Han solicitado presupuestos para ver opciones con el propósito de encarar el precio y poner fin a la circunstancia. La única que le dan es dar por adelantado el 50% del importe total. Esa cantidad es elevada para ellos, que solo cuentan entre sus filas con dos residentes con empleo.
El coste del arreglo está en torno a los 20.000 euros, por lo que, en un primer pago, tendrían que abonar alrededor de los 10.000, tal y como indica Sufian. Tampoco pueden solicitar un préstamo ya que, como comunidad, no cumplen con la suficiente solvencia económica.
Tras los portones del bloque 12 de la avenida doctor Marañón, próxima al Hospital militar abandonado, viven personas mayores. Otros vecinos están en riesgo de exclusión social, como el caso de una madre soltera en paro con cuatro hijos.
“Hay dos jubilados. Una de ellos, es una señora con una pensión no contributiva”, cuenta. La salud financiera doméstica flaquea tanto entre los moradores que subsisten en el día a día.
De hecho, no es de extrañar en este bloque no todos cubran y abonen la cuota mensual de la comunidad. “Ni si quiera la pagan porque no tienen dinero. Son treinta euros”, detalla.
Las últimas reparaciones las han pagado los que han podido. Hace un mes tuvieron que arreglar una incidencia. “Hace poco cambiamos tubos. Cada dos por tres abrimos las bajantes. Hace poco arreglamos una. Hemos tenido que intervenir en la azotea porque entraba agua. Costó 2.000 euros”, asegura.
El deterioro de la fachada también afecta a los vecinos en otros sentidos. No solo temen que pueda ocurrir algún accidente y que un cascote cause un daño personal o material. Los residentes también se ven sometidos a altos índices de humedad y a lo que conlleva.
Es más, Sufian tuvo que pagar para frenar el acceso de agua a su cuarto de baño desde la fachada. Esta se queda estancada en los ladrillos. “Pasa adentro de la casa. Eso hace que estemos pintando las viviendas constantemente”.
“No queremos lujo ni nada de eso. Pedimos que nos ayuden. Esto no es por estética o por ver el edificio bonito. Es porque es un peligro para quienes pasan por aquí”, expresa.
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