En el grupo iba una guineana con un bebé nacido en Ceuta el pasado 15 de enero.
“La vida del inmigrante es muy difícil porque no hay trabajo, ni en Marruecos ni en Argelina; en ningún sitio”, relató ayer en la Estación Marítima uno de los 88 residentes del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) que embarcaron hacia la península, donde serán alojados en distintos centros gestionados por las ONG.
Atrás queda su arriesgada entrada clandestina a la ciudad, hace unos cuatro meses, después de soportar “condiciones difíciles” y la “falta de comida” al otro lado del perímetro fronterizo. “Estamos solos, sin familia, sin nada. Llegamos aquí buscando una oportunidad”, reconoció el subsahariano. Sin embargo, la vida le “ha cambiado radicalmente” desde que llegó a Ceuta. “Doy las gracias a los que me han atendido. Estoy muy, muy feliz esta mañana”, confesó poco antes de retomar el camino.
Entre los 88 subsaharianos que viajaron a la península hubo cinco mujeres y un bebé, nacido en Ceuta el pasado 15 de enero e hijo de una guineana. Ella llegó a territorio nacional como integrante de tantas expediciones que, acuciadas por la necesidad, ponen en riesgo su integridad física porque la recompensa supera con creces sus expectativas fuera de Europa.
La guineana arribó a Ceuta embarazada de entre siete y ocho meses, convertida en una auténtica heroína después de haber aguantado horas y horas de complicada ruta para disfrutar, ayer, del preciado laissez passer en compañía de su pequeño. Su coraje ha hecho posible que, para ambos, se abra la puerta hacia un futuro mejor.
Estos ya ex residentes en el centro del Jaral son naturales de distintos países africanos, en su mayoría de Guinea, pero también de Costa de Marfil, Congo, Camerún, Mauritania, República Centroafricana, Burkina Faso o Mali, y accedieron a territorio nacional en la primera quincena de noviembre.
Ninguno de los inmigrantes de este grupo es solicitante de asilo, sino que han sido trasladados por razones humanitarias.