Aclaro de entrada que, modestamente, creo conocer la materia sobre la que hoy escribo, por haber impartido clases, como profesor de Derecho Internacional Marítimo en la Escuela de Hacienda Pública en Madrid, durante más de ocho años, simultaneándolas con la condición que en activo tuve de Jefe Regional de Galicia y de Andalucía Oriental en el Organismo de Hacienda al que pertenecí como funcionario del Cuerpo Superior, Subgrupo A1, habiendo servido al Estado 50 años, 9 meses y 6 días.
Colombia y España son prolíficas en sus relaciones con tesoros buscados de embarcaciones hundidas en el mar, buques naufragados, pecios encontrados en nuestras propias aguas jurisdiccionales, restos de barcos hundidos en las que fueron nuestras costas coloniales de América, etc. Ya, en su día, realicé una investigación exhaustiva sobre el tesoro del buque “San José”, del que publiqué hasta cuatro artículos en El Faro de Ceuta. Se trataba de un buque de pabellón español hundido en Cartagena de Indias (Colombia); pero también está el caso del buque “Mercedes”, cuyo tesoro rescatado del mar territorial español por la embarcación norteamericana “Odyssey”, que el Tribunal de Tampa en Florida, primero, y la Corte de Apelación de los EE. UU, después, estimaron la demanda española para que nos fuera devuelto con la carga de monedas de oro que transportaba y otras joyas; aunque, luego, en virtud de los dispuesto en el artículo 3, puesto también en relación con los artículos 3, 49, 52 y siguientes, de la Convención de Jamaica, aprobada en Montego Bay en 1982, se invocara el deber de que todos los objetos de carácter “arqueológico” e “histórico” hallados deberán ser conservados para beneficio de toda la Humanidad, por constituir un conjunto de transcendente valor, sin que el tesoro devuelto pueda ser objeto de venta o transacción comercial.
Tratándose de bienes de carácter “históricos” y “arqueológicos” que sean transportados en buques de la Armada española u otras embarcaciones que sean oficiales, el Derecho Internacional Marítimo, además de otorgar la soberanía, jurisdicción y control sobre el “mar territorial” a países que son ribereños, también concede la llamada “inmunidad soberana” a los buques de guerra de los demás Estados cuando naveguen por “aguas territoriales” del Estado ribereño en que los bienes fueren hallados, prevaleciendo entonces el principio de “inmunidad” sobre el principio de “territorialidad”.
La inmunidad soberana, consiste en que el Derecho Internacional reconoce a los buques de guerra (en el caso del “San José” se trataba de un buque de la Armada española), como si un buque extranjero que navega por las aguas territoriales del país ribereño fuera una prolongación del territorio del país de su abanderamiento, sin que el país ribereño pueda inspeccionarlo, siempre que navegue enarbolando la enseña nacional del país de su abanderamiento, haciendo uso del derecho de “paso inocente”, como lo hacía España en Cartagena de Indias, sin cometer dentro de las “aguas territoriales” colombianas ningún delito ni hostilidad alguna y, también, siempre que el cargamento que el buque de guerra que lo transporte sea lícito (como era el del “San José”, transportando monedas españolas de curso legal), entonces, el buque y el tesoro que transportador corresponden al Estado de abanderamiento). Y como el buque “San José” enarbolaba la bandera española, pues el tesoro hundido continúa perteneciendo a España, aunque todavía bajo litigio sin resolverse pacíficamente entre Colombia y España, aunque por la vía de hechos consumados las autoridades colombianas se hayan arrogado su posesión.
El ‘San José’, era un galeón de la Armada española, hundido el 8-06-1708 - hace 311 años - por un buque cañonero de corsarios ingleses cuando navegaba en aguas del “mar territorial” de Cartagena de Indias, cuando transportaba el mayor tesoro del mundo que permanece en el fondo del mar: 200 toneladas de monedas de oro, plata, lingotes y joyas de gran valor. Con su hundimiento, también se fueron ahogados al fondo del mar 590 marineros españoles, salvándose sólo 11. El tesoro fue luego hallado el 27-11-2015 por una compañía norteamericana de cazatesoros creada en 2013, parece ser que controlada por otra firma del paraíso fiscal de las Islas Caimán (paraíso fiscal). Su hallazgo fue anunciado el 4-12-2015 por el ex presidente colombiano, Juan Manuel Santos, que lo declaró “secreto de Estado”.
Sobre este buque, parecen confirmarse mis temores entonces publicados de que, si el gobierno español, no actuaba de inmediato reclamando la carga a través de las vías diplomáticas oficiales, Colombia se arrogaría la propiedad del barco como si fuera exclusivamente suyo, toda vez que, ya cuando el presidente colombiano, Duque, sucesor de Santos, había sido sólo candidato a la presidencia, acusó a Santos en su campaña electoral de no permitir que el tesoro fuera compartido con España, denunciando su posesión unilateral como: “proceso vergonzoso seguido por Duque, que debía aclararlo”, abogando entonces por crear un Museo de hermandad con España y otros países. Pero, luego, cuando ya fue elegido presidente, declaró en sentido contrario: “no ahorraré esfuerzos en defender el patrimonio de todos los colombianos”. Así de hipócrita suele ser la política.
Y, aun cuando se trate de otro caso aparentemente distinto al “San José”, ahora puede suceder lo mismo con el tesoro llamado de los “Quinbayas”. En este caso último, se trata de un conjunto de objetos de oro y tumbaga encontrado formando parte del ajuar de dos tumbas de esta cultura precolombina, que fue obsequiado por el presidente de Colombia a la Corona española a finales del siglo XIX. Es cierto que, hoy forma parte de las colecciones del Museo de América de Madrid (España), en el que se exhibe de forma permanente. Su importancia radica no solamente en el número de piezas que integran el conjunto, sino en su excepcional calidad artística y técnica, lo que las convierte en auténticas obras maestras del arte precolombino.
El hallazgo de los objetos que formaban parte de estos enterramientos tuvo lugar el año 1890 en el sitio de la Soledad, cerca de Filandia (corregimiento de Cartago en ese entonces), por un grupo de huaqueros (expoliadores de tumbas). Aunque las tumbas indígenas de este sitio de “la Soledad” ya eran conocidas por sus riquezas, el hallazgo de este conjunto en particular –calificado posteriormente como “Tesoro de los Quimbayas”– sin duda desbordó las expectativas de huaqueros, comerciantes y coleccionistas de aquel tiempo. Las noticias que se suceden en la prensa desde el momento de la excavación del tesoro ponen de manifiesto el asombro y la admiración que había provocado. La calidad de este conjunto es tan espectacular, que se puede considerar como el principal tesoro americano hasta el descubrimiento de la tumba del señor de Sipán en Perú.
El año 1892 tuvo lugar la conmemoración del IV Centenario del Descubrimiento de América en Madrid. Uno de los principales actos que se organizaron fue la Exposición Histórico Americana en la que Colombia consideró que era el momento oportuno para exhibir, junto con otros materiales, el recién hallado tesoro quimbaya. El Tesoro había sido adquirido por el Gobierno colombiano a los intermediarios que, a su vez, lo habían comprado a los huaqueros que lo encontraron. La compra se realizó el 20-08-1891 mediante un “Contrato de compra de una colección de objetos de oro” entre el Gobierno y Fabio Lozano Torrijos de Ibagué, por la suma de 70.000 pesos, en el que se específica el número total de objetos (433) que compra el Gobierno, y el peso de 21.224 gr.
La colección se embarcó el 2-07-1892 en Barranquilla, transbordando en La Habana el 30 de julio. La llegada a España de las piezas de oro — junto con cerámica y otros objetos de la delegación de Colombia— se realizó el 10 de agosto en el vapor “México” de la Compañía Trasatlántica Española de Barcelona. La intención del entonces presidente de la República, Carlos Holguín, contando con el respaldo político, fue la de donar este fabuloso tesoro a la reina gobernadora de España, María Cristina de Habsburgo, en agradecimiento a la presidencia que, en 1891, ésta había ejercido en el Laudo Arbitral de un conflicto de fronteras entre Colombia y Venezuela, que se resuelve a favor del primero. Un ejemplo de generosidad y reconocimiento que, sin duda, debió causar admiración a nivel internacional, dándole al país la notoriedad que el acto requería.
El 4-05-1893 la legación de Colombia en España, presidida por su embajador Julio Betancourt, hizo la entrega oficial a la reina regente española del conjunto. Ésta, a su vez, entregó el Tesoro a las colecciones del Patrimonio Histórico del Estado español, formando parte desde el primer momento del Museo Arqueológico Nacional, donde se expone para su disfrute público, hasta la Guerra Civil española, momento en que el Tesoro, junto con otros bienes excepcionales integrantes del Patrimonio Histórico Español, viajan a Suiza para su protección. El Tesoro acompañó a muchos de los cuadros del Museo del Prado que forman parte del Patrimonio Español, lo que es un reconocimiento de la excepcionalidad que se le atribuyó desde el primer momento. Dicho Tesoro fue depositado en el Museo de América, Sala con objetos de la cultura Quimbaya. Madrid.
El Museo de América se creó el 19-04-1941, incluyendo todos los bienes americanos y procedentes de expediciones científicas que integraban el Museo Arqueológico Nacional. Como el nuevo Museo aún no contaba con sede propia, el Tesoro siguió exponiéndose en el Museo Arqueológico junto con el resto de las colecciones americanas, dentro del área específicamente reconocida como Museo de América. El nuevo edificio se empezó a construir unos años después en su actual emplazamiento en la Ciudad Universitaria. Y en esta nueva sede se expone el Tesoro desde 1965 hasta julio de 1978 en que, por motivos de seguridad, se retiran las piezas originales para llevarlas primero al Banco de España y, posteriormente, a la cámara acorazada del Museo Arqueológico. En su lugar, el Museo expuso durante este tiempo, y hasta 1984, una réplica del tesoro.
Con la reapertura del Museo de América tras diez años de renovación, en 1994, el “Tesoro de los Quimbayas” regresa a esta sede y desde entonces, esta excepcional colección, original y única, está expuesta en la sala dedicada al mundo funerario, dentro del recorrido de la exposición permanente y con las medidas de conservación y seguridad apropiadas.
El Museo de América custodia las piezas (y conjuntos de piezas, pues algunas, están integradas por diversos objetos, como los collares compuestos por distinto número de cuentas) que se entregaron como regalo a la reina María Cristina en el siglo XIX. No obstante, el hallazgo original, como evidencian todos los documentos de la época, se dice que fue muy superior e incluía no sólo otros objetos de oro y tumbaga, sino también cerámica, objetos de piedra e incluso textiles. El Museo de América hoy expone y conserva el mismo número de piezas que fue entregado en donación en 1893 que se corresponden con 136 números de inventario.
Las referencias históricas, el contrato y otros documentos refieren números diferentes de piezas, así como un peso total distinto. La diferencia suele estar en la contabilización del número de cuentas que integran los collares, en unos casos, individualizándolas y en otras ocasiones contándolas todas como un único objeto. La investigación de Ana Verde en 2016, a partir de la documentación fotográfica e inventarios originales, demuestra que el conjunto estaba formado por 474 piezas de orfebrería. Algo diferente a los datos que figuran en el contrato de compra.
En todo caso, la parte del actual “Tesoro de los Quimbayas” conservada en el Museo de América y adquirida en su momento por el Gobierno colombiano, corresponde sólo a una quinta parte de la ofrenda original localizada. Esto significa que otras cuatro quintas partes de oro y objetos de estas tumbas se dispersaron en manos particulares, quizá terminaron fundidas en lingotes y, desde luego, olvidadas para la historia de la Colombia precolombina. Una parte de este conjunto de orfebrería fue adquirida por Vicente Restrepo, junto a un lote de cerámica procedente del mismo hallazgo y otra parte fue también adquirida por el Gobierno colombiano. Estas colecciones formaron parte de la Exposición Mundial Colombina de Chicago en 1893 y todo ello vendido posteriormente en Estados Unidos por sus propietarios colombianos, encontrándose actualmente una parte importante en el Field Museum de Chicago. Otra colección de cerámica y piedra fue donada por el gobierno colombiano para que figurara en la Exposición Italo-Americana de Génova de 1892, pero del resto de lotes se desconoce su paradero.
Aunque se denomina “Tesoro de los Quimbayas” en realidad estas piezas no pertenecen al grupo étnico quimbaya con el que los españoles contactaron en el siglo XVI. Se trata de un grupo que pobló esa misma región, pero en una época anterior y se le denomina “Quimbaya Clásico” frente al “Quimbaya Tardío”, que se corresponde con el grupo que ocupaba esta región a la llegada de los españoles. El período de desarrollo de esta cultura abarca desde el 500 a. C. hasta el siglo VI d. C. Restos de cenizas y núcleos de arcilla del Tesoro han permitido datarlo en el siglo V-VI d. C. tanto por radiocarbono como por termoluminiscencia, por lo que este tesoro corresponde al último período del denominado “Quimbaya Clásico”.