Ojalá me equivoque, ojalá que esto a lo que asistimos sea la constatación de que todos hemos aprendido algo después de años soñando con eso que llaman convivencia plena hasta asumirla de tal forma que esté interiorizada. Sin dudas, sin cuestionarla. Ojalá me equivoque, ojalá que la cercanía de las elecciones no se haya convertido en una manipulación de todo para la búsqueda del voto.
El Iftar nunca antes se había celebrado de una manera tan pública, concurrida y mediatizada como ahora. Esto es como el premio a la mujer, ¿se acuerdan? Antes había uno, a lo sumo dos. Ahora desde una semana antes de la celebración de los actos oficiales empiezan a elegirse féminas destacadas por su papel para convertirlas en dignas de recibir un galardón. Se llega al extremo de no saber diferenciar ni quién está dando tal reconocimiento ni con qué razón. Los premios pasaron de las instituciones a los partidos y ahí se desvirtuó todo.
La ruptura del ayuno se ha asentado en la agenda política aunque lo haga de manera oficiosa, disfrazando su organización con las famosas fundaciones que al final parece que sirven para todo. Se ha llegado al punto de incurrir en una especie de competencia desleal, citando a los medios de comunicación a dos actos el mismo día y a la misma hora -aquí no cabe otra-. Esto sucederá hoy, cuando Ceuta Ya! haga su acto anunciado desde hace días y la Casa de la Juventud, apadrinada por la Ciudad Autónoma, nos sorprenda con otro Iftar que fue anunciado ayer in extremis.
Ojalá me equivoque, ojalá. Pero creo que un Iftar, algo tan sagrado, tan especial y cargado de tanto significado en un mes como el de Ramadán debe estar ajeno a muchas cosas. Mucho más a colar en una agenda política su celebración como si fuera un desayuno de trabajo.
Ojalá me equivoque, pero flaco favor hacemos a la convivencia real, al respeto y a la interiorización de los actos de las demás religiones con las que convivimos en Ceuta con este tipo de exposición. Ojalá esté equivocada.