La defensa de la españolidad de Ceuta y Melilla vuelve a cobrar protagonismo debido a la última salida de tono del ministro marroquí Abbas el Fassi. El citado se molesta por la visita de Rajoy a Melilla al considerarla poco más o menos que una agresión o un atentado. La maquinaria de los despropósitos empieza a funcionar: la agresión se produce, las críticas aparecen y el Gobierno se ve obligado a contestar. ¿El resultado? Que Ceuta y Melilla se erigen en protagonistas obligadas de una polémica que, creo, les supera. La población acostumbra a medir su grado de indignación porque está más que harta de este tipo de historias. Conforme las generaciones maduran y avanzan, buscan las costras necesarias para no molestarse en exceso por unos asuntos a los que termina dándose mayor importancia de Algeciras hacia arriba que en la cuna de las hermanas. ¿Cuántos de nosotros no hemos recibido esas llamadas de familiares que desde la península temen por nuestro bienestar? Quien más quien menos se ha visto obligado a calmarles asegurándoles que los legionarios sólo ‘la montarán’ el próximo 20 de septiembre. Y por norma. Punto.
Las agresiones hacia nuestra españolidad, las peticiones de crear un debate o reflexionar sobre nuestro futuro, las críticas hacia los sentimientos de quienes viven a este lado del Estrecho se van a seguir sucediendo. A eso debemos estar acostumbrados, de igual forma que tenemos que tener las suficientes garantías de protección de quienes nos gobiernan, evitando que la falta de profesionalidad de los elegidos para mandarnos deje los vacíos suficientes como para que la población se sienta insegura.
Eso ha pasado en Melilla, gracias al ridículo hecho por el Gobierno en su conjunto en el trato dado a la famosa crisis fronteriza. Eso ha pasado en Ceuta, con unos representantes del Estado que no han abierto la boca cuando han acusado a la Benemérita de maltratadora de inmigrantes. Y eso ha pasado en las dos hermanas cuando no se ha reparado en las agresiones y coacciones sufridas por las mujeres destinadas en el paso fronterizo.
Esas actitudes son las que debemos poner en cuarentena.