Lo que nació como una gran idea: convertir un vertedero en un parque, ha terminado dando forma a una de las decisiones más equivocadas por abandonadas. No se puede construir un lugar de esparcimiento para tenerlo como se encuentra en la actualidad. El Parque de Santa Catalina no solo dispone de elementos rotos y oxidados sino que está falto de iluminación y recursos básicos para que esa explanada del olvida pueda llamarse así: parque.
La difusión de aquellas imágenes de árboles, zona verde y elementos variados para el disfrute de la ciudadanía chocó con la realidad harto denunciada por quienes habitúan a dar la vuelta por este lugar, que son muchos.
Sí es cierto que la Ciudad anunció proyectos, partidas nuevas y se afanó en cultivar plantas que pudieran crecer en un lugar ya de por sí muy castigado. Pero igual de cierto es que se está tardando muchísimo en poder recuperar lo que pretendía ser una alternativa al Parque de San Amaro, con rutas para la práctica de deportes y esparcimiento para las familias.
El lugar, al lado del cementerio, no acompañaba mucho pero se intentó trabajar en ello para darle otra visión al planteamiento y conseguir que en el otro extremo de la ciudad se levantara un foco de reunión, uniéndolo con la ruta del Monte Hacho gracias a pasarelas peatonales.
La tardanza y los errores llevan a una situación como la que se vive, con un parque que no es el que quiere la ciudadanía y que además no está cumpliendo la función debida porque más que dar calor para una reunión lo que provoca es rechazo y miedo.
Seguro que puede compatibilizarse seguridad con una iluminación racional. Pero lo que era una fuente de contaminación lumínica y un derroche energético es mantenerlo iluminado como un campo de fútbol de primera división durante toda la noche.
Un avance que me temo que no ha sido intencionado.