Tengo la impresión de que hay gran cantidad de situaciones de la vida de la sociedad que no acabo de entender. Hasta es posible que a muchas otras personas les pase algo parecido y si esto es así la conclusión es que vivimos en un estado de confusión bastante notable. Esta misma mañana, poco después de las nueve, encendí la televisión para enterarme de alguna posible novedad, de algo interesante porque en el mundo hay cosas y cuestiones importantes y también agradables como pueden ser unos paisajes estupendos y esos otros rincones de maravilla que uno siempre quiso llegar a conocer personalmente y que hasta ahora sólo permanecen en la memoria o en algún libro de esos que traen tantas cosas buenas y preciosas. Afortunadamente me envían mis hijos y algunas amigas reportajes que animan el espíritu.
Pero, desgraciadamente, la TV no me ofreció algo agradable e importante que animara el espíritu con su belleza, ni enriqueciera la inteligencia pues, desgraciadamente, se trataba del eterno desencuentro entre el Gobierno y la Oposición, a lo que se añadía la numerosa serie de casos de corrupción o algo parecido, pues las variantes son numerosas y a veces hay que ser un experto jurista para distinguir tal o cual matiz entre los diversos casos que se nos presentan. Es un verdadero rompecabezas y ahí anda medio mundo, o más, tratando de encontrar la pieza que falta o el hilo de conexión que pueda proporcionar la necesaria claridad en el panorama que se nos presenta. Naturalmente, apagué la Tv inmediatamente y - aunque sea una falta de modestia el decirlo - me dediqué a pensar por mi cuenta y me sentí más libre.
No quisiera que esa afirmación se tomara como signo de desprecio a nadie, pero sí como una llamada seria al orden intelectual y a la responsabilidad de la sociedad. Todos tenemos parte de culpa en la creación y mantenimiento de esta situación embarullada que estamos viviendo; y todos, también, debemos esforzarnos en cambiar radicalmente tal estado de cosas, pues viviríamos mucho mejor, tanto material como anímicamente. Hay gente muy capacitada, con preparación excelente, para cambiar el rumbo de sus actuaciones, buscando en todo momento la concordia y la unión de esfuerzos. Cuando oigo hablar de atención a los necesitados de trabajo me asombra que algunos puedan pensar y hasta manifestar públicamente que a tal grupo político no le interesan las penalidades de aquellas personas.
No es justo que unos enarbolen una bandera - la de la justicia y el amor a la gente más necesitada - que es de todos, pues no hay nadie en nuestro país que no tenga en su corazón todo el sufrimiento de esas personas y que, además, se están preocupando seriamente de resolver esa lamentable y dolorosa situación. Unan esfuerzos, trabajen juntos con un mismo objetivo y no sigan con esa lamentable situación de vivir de espaldas a la verdad. Todos tenemos obligación de ayudarnos a hacer las cosas bien y a no poner impedimentos a lo que está en la vía de lo adecuado para llegar a resultados óptimos, si bien hay que darle el tiempo necesario para que los asuntos puedan llegar a normalizarse. No se puede predicar ni fomentar el odio entre unos y otros, sino todo lo contrario; confiar sin dejar de vigilar el buen rumbo.
Tenemos obligación de lograr que en nuestro país se viva la claridad y el convencimiento de que se está trabajando por llegar a la solución de las dificultades que padecemos.
No mantengamos, por las razones que sean - que siempre serán malas - esta situación embarullada. La vida humana pide otra cosa bien distinta: paz y serenidad, cuajadas de amor por la verdad de la vida.