No sabemos si tenemos un delegado o una estatua de Ginés Serrán Pagán tras la cortina
La Delegación del Gobierno ha optado por enrocarse en el silencio. Ha dejado arrinconada su obligada comunicación y evita pronunciarse sobre asuntos que son de su competencia. No contesta a las denuncias públicas, no informa sobre sus gestiones en asuntos sobre los que está obligada a actuar...
Ha elegido vivir condenada en su particular síndrome de tortuga. Y eso, al margen de ser una elección, es una falta de respeto al ciudadano porque hayamos o no votado al partido representado en la plaza de los Reyes quien allí se sienta está obligado a representar y defender los derechos de todos y a tenernos informados de las actuaciones que hace el Gobierno de España para que no nos sintamos náufragos en una isla de incompetentes.
Delegación se oculta, se esconde. Le gusta el silencio. Nada dice cuando se lanzan acusaciones graves sobre los decomisos de mercancías sin acta de aprehensión, dejando que el nerviosismo domine a quienes temen verse denunciados.
Nada dice sobre las denuncias públicas sobre inversiones paradas. Menos aún sobre las tragedias ocurridas en nuestras fronteras. Es como si no tuviéramos gobierno, es como si cualquier deseo de saber para sentirse protegido fuera un imposible. El síndrome tortuga reina en una plaza sobre la que llueven críticas graves.
La Ciudad invade competencias que no le son propias a la hora de valorar lo que sucede. Tenemos un presidente con complejo de delegado, tanto que en las fotografías sobre reuniones ministeriales él sale en primera plana dejando atrás al responsable de todo lo que sucede.
No es lógica la situación ni tampoco el adormecimiento social ante un bloqueo que nos ha terminado por convertir en una ciudad fantasma. No todo vale. Ni menos obviar la debida respuesta a una ciudadanía que duda ya si tiene un delegado o una estatua de Ginés Serrán Pagán escondida tras las cortinas que de vez en cuando se asoma a la galería y no precisamente para calmar el ambiente.