He perdido la cuenta de la de veces que se ha anunciado la reforma de la Sirena de Punta Almina. Un edificio rehabilitado que se dejó morir poco a poco, que ha sido objeto de incursiones y destrozos, y que ahora vuelve a mostrar su peor cara.
Nos cuentan que en próximos meses comenzará su reforma. Esa no es la cuestión, habrá que preguntarse si servirá de algo porque ya son varias las ocasiones en las que este bien de interés cultural ha sido restaurado para, después, entregarse al olvido. Dinero tirado, proyectos sin sentido, aspiraciones muertas y una sociedad estafada.
La Sirena es un lugar del que Ceuta debería sentirse orgullosa. Tenemos una auténtica joya que hemos arrinconado y entregado al vandalismo. Una joya a la que se le ha querido sacar partido sin éxito, sobre la que se ha escrito muchísimo, dando ideas brillantes para conseguir un uso adecuado.
Cuidamos bien poco unos rincones que en cualquier otro lugar de España estarían protegidos. Pero aquí no, aquí se hace todo lo contrario.
Nuestros políticos ofrecen discursos para vender las cosas buenas que tiene esta tierra. Se colocan la bandera de la hipocresía y hablan y hablan sin parar, pero en la práctica nada hacen.
Hoy nuestro alcalde hablará de las cosas buenas de esta tierra, de la perla, del mar, de la luz... A mí sinceramente que el alcalde sea todo un poeta me importa bien poco. Yo lo que quiero es un alcalde que realmente se preocupe por lo que tenemos, que impida que nuestros bienes patrimoniales se vayan muriendo, que les dé vida para que nuestros hijos tengan una tierra que enseñar a sus amigos. Lo están haciendo mal, pero quizá desde su burbuja ni tan siquiera se dan cuenta.






