Ya saben que llevo mal la diferenciación entre el ser y el estar. También que a una cría la llamen gorda, porque al energúmeno de turno se le aprietan las gónadas.
No somos gordas, estamos cómo nos da la gana. Esa es la realidad, porque al final a nadie le importamos más que a nosotras mismas. Una discusión no hace campo de trigo, pero una descalificación puede hacer mucho daño.
No deberíamos poder ofender con la imagen, con el estilo, con la delgadez- o la gordura- porque en determinadas edades con estas actitudes clavas en hueso y no sabemos cuánto daño se puede llegar a hacer.
Hacedme caso, nunca vais a estar a gusto de todos. Más bien fijaros en las redes y los que viven de ellas que tienen la jeta de piedra como los políticos, porque les arrean guantazos cada día, pero en vez de achatarse se lucran como Shakira con Piqué.
El energúmeno del caso que nos ocupa, quería hacer daño. Habían vulnerado el pensamiento único que le inspiraba su cultura, su tradición -o vaya usted a saber qué- y soltó tamaña burrada para resarcirse, porque le debió parecer que podría hacer mucho daño jorobando la autoestima de una cría. Pero no fue así, porque ya no dependemos de los cavernarios, ni de la autoestima falsa, ni de comentarios favorables. Ahora solo dependemos de nosotras, que mutamos cuándo y dónde nos da la gana.
Rubens nos indicó que el camino era largo y concentrado, que cambiaríamos con las modas y los impulsos, con la economía, las guerras, los triunfos y los fracasos. Porque si nos convertíamos en pasajeras, caeríamos hundidas por el paso del tiempo.
En cambio, si atesorábamos lo que de verdad importa como la empatía, el valor, el sacrificio y el mirarnos firmes al espejo para saber quién somos en realidad, ya no habrá nadie que nos diga cómo estamos , qué somos, o lo que llegaremos a ser. Seremos simplemente nuestras, a cada paso, a cada suspiro, cada lágrima y cada sonrisa.
El apretar los dientes pudiera estar bien o no, el tragarse las lágrimas, el pelear aun cuando te duele el alma. Pero- definitivamente- el patear, el dar coces de campeonato y el responder a los imbéciles que solo quieren hacernos daño, está mucho mejor.
Los energúmenos están al borde de la extinción, hacedme caso. Siempre lo han estado, solo que ahora se visualiza por las redes y somos más conscientes de ello.
Antes nos callábamos y sonreíamos, para quizás luego clavarle una daga por la espalda. Pero ahora, que somos mucho más fuertes y listas, ni siquiera les escuchamos, ni le miramos, ni queremos nada con ellos.
Los energúmenos irán a la basura por la propia inercia de su peso muerto y nosotras a quehaceres más importantes para nuestro desarrollo como personas completas.
Si le interesa les diré que mi metabolismo ha dado muchas vueltas desde un peso sano, hasta grávida, pasando por extremadamente delgada o muy grávida por la menopausia… Lo que sí les aseguraré es que en todos y cada uno de mis seres, he estado siendo yo, doliéndome o gratificándome, haciéndome y deshaciéndome como cada una de vosotras, porque las mujeres somos así. Nos crearon para agradar, para gustar, para que nos quisieran todos menos nosotras mismas. Cuando te das cuenta, ves que las canas solo es un color, el culo caído o las tetas balanceadas, un orgullo por haber vivido experiencias maravillosas con tu cuerpo y que si quieres seguirlas balanceándolas- o ponértelas mirando al cielo- solo es decisión tuya, de nadie más.
Tu peso no te define, lo que hagas en la vida sí. Tú esfuerzo, lo que construyas o destruyas y cómo piensas de ese energúmeno que quiso humillarte para sentirse un poco mejor en su mísera vida. No le dejes. Evapóralo en tu mente y luego abre la ventana para que se vaya el tufo.