Las algas siempre fueron y serán una parte importante del profundo sentimiento de pasión que siento por la vida marina. De hecho, son el propio mar encerrado en esas estructuras de morfologías y colores variadísimos en los que se dividen los grandes grupos de estos delicados e imprescindibles seres vivos.
Constituyen una poderosa referencia del valor ancestral del océano; sin ellas no podríamos concebir los paisajes marinos litorales ni tendríamos muchos de los olores penetrantes que provienen de los mares. Si bien, estos organismos especialistas en captar la luz del sol viven cerca de la superficie y en zonas someras no conviene perder de vista que la transparencia de la masa de agua puede permitir el descenso en profundidad de estas maravillosas especies hasta cotas insospechadas.
Las algas son seres muy complejos y diversos que en lo que se refiere a las macroalgas (todas las especies de cierto tamaño que se pueden distinguir a simple vista) se dividen en tres grandes grupos esenciales. Las algas según sus pigmentos característicos se dividen en Verdes, Pardas y Rojas, dentro de estos tres grupos nos encontramos con estructuras anatómicas y formas de crecimiento muy diversas.
Todos estos grupos poseen especies de pequeño, mediano y gran tamaño, pero sin duda que son las algas rojas las más diversificadas y las que más hábitats han colonizado en los océanos; las verdes han conseguido adaptarse a los ambientes tropicales con mayor facilidad y las pardas se han erigido en los gigantes entre las algas, llegando a formar en algunas regiones auténticos bosques sumergidos equiparables en tamaño y complejidad a sus ecosistemas homólogos de la tierra emergida.
Las especies del género Cystosseira y otros géneros muy cercanos son formadoras de densas praderas desde la rompiente hasta cotas relativamente profundas. En Canarias, Cystosseira abies-marina es la especie más conocida y emblemática de este género pues sus crecimientos en las zonas intermareales generan una bellísima pradera de tonos amarillentos, ocres y verdosos.
Siempre me ha parecido un enorme privilegio poder asomarse a los balcones de las piscinas naturales en los nortes de las islas occidentales, para disfrutar de las texturas, colores y olores de estos locos cabellos marinos, que las orillas del volcán de Canarias se dejan crecer durante la marea baja.
Estas greñas algales van y vienen al son que marca el mar sin impedir que grandes oleadas de pececitos se cobijen en sus ramajes; los cuales sirven también para que se agrupen muchos pequeños artrópodos y crezcan pequeños hidrozoos.
El sotobosque no es menos interesante y en aquellos ejemplares bien desarrollados con bases gruesas, se pueden instalar pequeñas esponjas, briozoos y ascidias e incluso colonias de anémonas y diminutos octocorales. Desde uno de estos balcones, por ejemplo el de Bajamar, cercana a la enigmática península de Anaga, en la bella Tenerife, voy creando mentalmente el cuadro natural.
Con el cuerpo seco y desde la atalaya norteña, puedo rememorar todo el tiempo empleado, bien mojado de sal, bajo estas bellas aguas transparentes, pues para un naturalista que ha buceado este tipo de fondos, dejándose ir de un lado a otro en un mecimiento interminable al son de la sinfonía neptúnica, la imaginación se desentiende, y viaja en vuelo libre sin motor hacia aquellos recuerdos guardados celosamente en los rincones de la memoria.
Aquellos momentos, forman parte de lo más personal y del tesoro de una experiencia plena en la cercanía cálida de las especies marinas que han constituido sin duda una de los mejores capítulos de mi vida. Delante de mi creador me gustará exponer estas aventuras vividas en su obra para mayor gloria suya y regocijo de mi alma agradecida por tanta belleza donada.
Estas especies de algas pardas compiten graciosamente en belleza y esplendor, todas son ecológicamente muy relevantes y crean bosques y bosquetes según los tamaños alcanzados por sus alturas. En toda la región atlanto-mediterránea hay muchas especies y algunas tienen distribuciones muy restringidas a unos kilómetros de costa como típicamente ocurre con algunas de las especies endémicas del Mediterráneo, este es el mar con más especies del mundo que guarda un enorme tesoro de este grupo (más de diez taxones entre especies y subespecies).
Recientemente ha sufrido una reordenación sistemática debido a los análisis genéticos pero que no vamos a especificar por escapar a las intenciones de nuestro artículo. Bucear entre praderas y bosques de algas de Cystosseira constituye una gran experiencia que llena de satisfacción por la enorme belleza que adquieren los fondos marinos poblados por estas algas.
Los fondos poblados por C. spinosa en Córcega le imprimen un estilo al lecho marino que va incrementando su colorido al aumentar la cota batimétrica, pues los invertebrados se van incorporando al denso bosque que forma esta preciosidad del mar Mediterráneo; los cuadros de las algas con las esponjas y las gorgonias blancas (Eunicella singularis) y amarillentas (Eunicella cavolini) son una particularidad de estos ambientes en el infralitoral profundo del Mediterráneo Central.
Las ramas tienen morfologías aplanadas y portan apéndices espinosos planos y puntiagudos. En nuestra región de Alborán, la especie C. usneoides crea densos bosques de gran altura, hasta dos metros, en la que se puede llegar a esconder fácilmente un ser humano y pasar completamente desapercibidos. Funcionan como una zona de crianza para muchas especies litorales que encuentran su alimento refugio.
Buceando en el archipiélago de las Chafarinas encontré un precioso bosquete mixto formado por la gorgonia Eunicella singularis y el alga C. squarrosa que ramifica muy intrincada y tiene pequeños apéndices espinosos sobre las ramas que solo se descubren observándolas atentamente.
El sotobosque asociado, formado sobre todo por algas calcáreas incrustantes e invertebrados, es notable y los esbeltos plumeros que forman los hidroideos de la especie Aglaophenia pluma creciendo sobre las algas, uno de los aspectos más genuinos que se puede contemplar en estos particulares hábitats de la cuenca de Alborán.
Todo en el mar es variable y extraño por desconocido, en muchas ocasiones los hábitats que observamos no están bien entendidos por el pensamiento científico. Para explicar los paisajes que se están observando hay que hacer previamente un gran esfuerzo de integración de información y desarrollar unas descripciones pormenorizadas que nos permitan hacer las comparaciones entre zonas de la misma región biogeográfica y entre mares y ecosistemas distintos.
Alborán. La especie C. usneoides crea densos bosques de gran altura, hasta dos metros, en la que se puede llegar a esconder fácilmente un ser humano y pasar desapercibido
En el archipiélago Chinijo, en las Canarias orientales, se producen bosques infralitorales únicos de la especie C. tamariscifolia típica del Atlántico nororiental. Estas algas forman crecimientos no muy altos pero si se van extendiendo en anchura cubriendo gran parte del substrato rocoso.
Su textura es rugosa y muy áspera al tacto. Bucear alrededor de los fondos de Alegranza nos permitirá disfrutar de un hábitat original por su densidad y belleza paisajística. En otras regiones, como el África continental, tanto en el sur de Marruecos como en Alborán, sus poblamientos están restringidos a las zonas más superficiales y se encuentran más allá de los dos metros de profundidad.
La Universidad de La Laguna tiene un excelente equipo de investigadores algólogos de los que aprendí mucho de las algas, su ecología y como trabajar las especies para llegar a su identificación científica. Las clases aquellas de Julio Afonso y Marta Sansón me parecen hoy en día algo precioso que pude vivir junto a ellos y sus inolvidables prácticas de campo y sobre todo de laboratorio.
No hay actividad que más me agrade como naturalista que colectar algas para su clasificación y posteriormente incrementar el algario del museo con planchas prensadas. El Museo del Mar cuenta con una buena colección de estas planchas de variadas regiones del Atlántico y el Mediterráneo de la que poder disfrutar con la exposición de estas pequeñas obras de arte con las que nos provee gratuitamente nuestro hogar planetario.
Como recuerdo el libro de las algas de Nueva Zelanda de Nancy Adams, lleno de preciosas acuarelas que han llenado de ilusión y motivación las colectas de estas preciosas critaruras
Las planchas prensadas de muchas algas recuerdan a las acuarelas, pintadas sobre el papel, están literalmente dibujadas por su propio contenido en sales y pigmentos. Sin las algas, la energía de la luz sería desperdiciada sin su aprovechamiento vegetal y la vida en el mar se empobrecería en muchas zonas del mundo en los primeros metros. Todo sería más aburrido y monótono, el mar perdería gran parte de su esencia.