El poder de quienes gobiernan nunca podrá amedrentar los deseos y sentimientos de quienes se ven sometidos a una decisión que les priva de aquello que tanto anhelan; antes bien, los fortalece y acrecienta.
El norte de Marruecos no sabe vivir sin Ceuta. Existe un sentimiento de simpatía hacia la ciudad que nada ni nadie podrá reprimir, simplemente porque es cierto, porque existe y porque se mantiene a pesar de los muchos inconvenientes y difíciles condiciones a las que se ha visto obligado a resistir.
Esto es así, y salvo algunos “patriotas” de escasa influencia, la mayoría de los ciudadanos marroquíes del norte, añoran sus días de visita a Ceuta, bien sea para realizar compras, comer, encontrarse con amigos o simplemente para pasear por la ciudad. Desde hace poco más de dos años, la tristeza domina las ciudades del norte adyacentes a Ceuta. El cierre, para muchos, les ha generado el efecto de un muro interpuesto en sus más profundos y sinceros sentimientos.
Lejos de valorar qué consiguió España y qué obtuvo Marruecos, la visita de Sánchez y los acuerdos alcanzados tienen un componente vital: estabilidad y seguridad, elementos sin los cuales nada podría hacerse. Los acuerdos relanzan la cooperación en seguridad estableciendo encajes de enorme importancia para ambos países, inexistentes durante estos dos últimos años. Ahora se promete una colaboración en seguridad plena, convirtiéndose este acuerdo en seguridad en uno de los logros más importantes para ambos países en esta nueva época que se avecina tras la visita del presidente español.
Ceuta, por su situación geográfica, exige niveles de seguridad especiales, razón por la cual tanto el presidente como el ministro de exteriores han incidido pormenorizadamente en el componente de seguridad contenido en los acuerdos alcanzados.
Independientemente de todo eso, los ciudadanos marroquíes viven con inusitada alegría el anuncio de reapertura de las fronteras de El Tarajal y Bab Sebta, no porque quieran acceder a la ciudad nada más abrir, sino porque se han sentido liberados de ese sentimiento que se había instalado en su fuero interno en forma de amor impedido.
No lejos de dicha situación, miles y miles de ceutíes sufren la misma situación, solo que, en sentido inverso, pues añoran sus visitas a Marruecos, a familiares, practicar turismo, negocios, etc. Se trata, pues, de un sentimiento y clamor que durante dos años se ha mantenido en un impasse silencioso, pero siempre vivo y encendidamente convencido de que ambos sentimientos son complementarios, así como necesarios para componer una vecindad basada en la confianza y respeto mutuos.
La visita de Sánchez ha impulsado -extraordinariamente- en los ciudadanos marroquíes una mayor sensibilidad hacia España y los españoles, acrecentando considerablemente su afecto hacia los mismos. Sánchez ha conseguido que este Ramadán sea más dulce para todos.
En Ceuta, sin embargo, las cosas se viven de manera distinta. Los políticos apenas se han pronunciado, haciendo el efecto de cómo si no fuera con ellos. Algún periódico digital, en su peculiar forma de leer y entender los acontecimientos que se están viviendo, lanzó información sobre aduana comercial, un exceso que resulta irrelevante y que ahonda en la fragilidad de algunos medios de comunicación a la hora de sopesar y medir las consecuencias de su falta de veracidad.
Ahora toca hablar de personas, de impulsar vínculos, de fomentar acciones tendentes a mejorar las condiciones de vecindad fortaleciéndolas en todas sus facetas, sin obviar el objetivo central: estabilidad y confianza. Sin estos ingredientes nada podrá hacerse en condiciones de realismo y equidad. El caudal discurre mejor si lo hace de forma serena.