Opinión

Se acerca la hora

Se acerca la hora que escenifica solo un inicio, se trata solo de un vivero donde muere la soledad, cuántas veces me atosigas con una respuesta rota, con los días supe que aún sigo atado a la dignidad, ¿Qué pasó allí? Más de cuarenta y cinco años y no hay derrota. ¿Quién de los accidentados sabe la verdad?. Si alguien la sabe, mi amigo espera. Sería interesante y conveniente promover actos de naturaleza basadas en la libertad. Es posible que las personas de Ceuta y Cádiz, deban ser conocedores de cómo se maniató el procedimiento y cuáles fueron sus características, que no por prescritos y caducos, dejan de ser tétricos, trágicos e inhumanos… hoy, que ya pasaron cuarenta y largos años. Todos sabemos que la intensidad del dolor, ¡no se puede medir!, y que muchos casos similares pueblan nuestro planeta. Después de estos años de plomo, es interesante hacerse una pregunta: ¿Qué motivó aquel despropósito deleznable?... ¿Qué cabeza brillante alumbró aquella idea macabra de culpar al muerto?. Es posible que su vida se arrastrase por los retorteros de la miseria y lo pagase en vida. Para los que no son rencorosos, aquel mal no produjo desasosiego y mucho menos desprecio. Mi amigo representa hoy el retrato de lo que es el abandono personal en lo que a ilusión se refiere, con unos cuántos amigos y gente que lo quiere… pero él, sin verlo suficiente, considera que nadie ha conseguido cambiar su verdad. Y aunque esa es la historia, esta es una vergüenza más de las que propone el fútbol de los maléficos. Quedaría mejor plasmar en un lienzo, un canto a la luna o un verso al sol, que haga que las conciencias despierten y nos envíe por el camino que tiene rumbo… que sea diferente, real y verdadero. En mis largos paseos con él, noto que sigue aferrado a aquel tiempo, cuando era feliz, el momento crucial de su carrera que, un día de fina lluvia, se vió demolido por el rugido cruel de la desgracia… “aquel día”. Hoy es como entonces, pero los años han herido su visión de la vida. Dejo aquí la poesía de Manuel Fernández Mota, poeta algecireño: EL TIEMPO DESTROZÓ LAS BLANCAS ROSAS
Dónde mi sueño está. En qué aterida
gruta de piedra o polvorienta y rota
región de niebla. En qué cuenca remota
o en que nube sin alas, ya perdida.
Voló por los espacios de la vida.
Evaporó su cuerpo como gota
en el pobre erial. Ya no me brota
y siento el alma mustia y aterida.
Horas que fueron llamas ardorosas,
estallidos de sangre; pensamientos
llenando de ilusión la mente mía.
El tiempo destrozó las blancas rosas
no sintió compasión por mis lamentos
y me ha dejado solo en mi agonía. El equipo en el que jugaba, por falta de recursos económicos, decidió hacer los viajes en los vehículos particulares de los jugadores. En un viaje a la Región levantina, ocurrió la tragedia. Una furgoneta cargada de mujeres, al intentar hacer la llamada “curva a la italiana”, fue a colisionar con el coche de mi amigo, único herido de muerte en aquel accidente. Tres años después de celebrado el juicio condenatorio para mi amigo, donde fue culpado por imprudencia y sin posibilidad de defenderse, un jugador que viajaba en aquella caravana de vehículos con futbolistas en su interior, decidió firmar un poder notarial donde explicitaba:- (…) Que el día 26 de Abril de 1974, viajando en un vehículo matriculado en Ceuta, tuvimos un choque en el término municipal de Vélez-Rubio. Al entrar en una curva, nos encontramos con dos vehículos colisionados en el centro de la carretera. Nuestro coche patinó al frenar, chocando con la parte trasera del vehículo CE-2603-A, despidiendo a su conductor al que sacamos de los bajos del nuestro. Por ser más fácil trasladar este vehículo hacia el lado izquierdo de su marcha, a mano, se le retiró para dejar paso a la circulación. (…) De la veracidad de la versión oficial a la realidad del suceso, no se tuvo en cuenta que mi amigo estaba impedido para acudir al citado juicio, especialmente porque sus lesiones no estaban consolidadas y no existía un dictamen del Equipo de valoración de incapacidades que completase sus limitaciones. Según consta en dicho poder, el conductor sacado de los bajos del vehículo era mi amigo. Su coche se encontraba en el carril que le correspondía y fue trasladado al carril derecho. ¿Sería suficiente esta declaración ante notario para calificar este hecho como no juzgado?. Y podría ser creíble que el “croquis” elaborado por la Guardia Civil fuera volteado y visto al revés. La situación no era nada fácil. Aquellos días postrado en un hospital de Murcia, trece de ellos en estado de coma y posteriormente en el “Virgen del Rocío” de Sevilla, llegó a contabilizar la suma de doscientos cincuenta y nueve días, tiempo en el que el jugador, con unas lesiones claramente invalidantes, siempre contó con la compañía de su progenitor y por aquella maravillosa mujer que no se separó de él ni un solo instante: “Su madre”. Declarada su incapacidad absoluta para su profesión vocacional, se solicitó a la Federación de fútbol el abono de un millón de pesetas que, por ley, le correspondía, así como el pago de una dieta acumulada por los días referenciados y en los que, su padre, no pudo atender el negocio que sustentaba a la familia. En documento que obra en poder del futbolista, queda claramente especificado que se le abonan quinientas mil pesetas, desconociéndose el motivo que podría argumentar el impago del otro medio millón restante. Pero más lamentable es saber que, de igual manera, el ente deportivo negó la dieta solicitada por su padre. No se consideró relevante el maquiavélico devenir y sus circunstancias, obviando el bien general de un órgano federativo que tenía como fin primordial, velar por la integridad física y psíquica de los deportistas. Eran doscientas cincuenta mil pesetas. Encima de mi ordenador y junto a una camiseta del Real Madrid, al lado de mi corcho recordatorio, puedo contemplar y leer a diario las declaraciones de un padre angustiado a un periódico de tirada nacional, en el que expresa: (…) “Mi hijo se salvará”. Aquel hijo, veinte años de edad, promesa del fútbol y después en estado de coma por pérdida de masa encefálica, “era su hijo Paco” (…).

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