La crisis que atraviesa el PSOE es un problema cuya solución compete solo a los socialistas, de ellos depende salvar el partido y evitar la repetición de errores de otras épocas.
Intentar convertir esto en un asunto de inestabilidad política general o pretender la implicación de las instituciones amén de buscar responsables en otras formaciones es, como poco, una barbaridad.
Los socialistas llevan tiempo sumidos en recelos, quizá el origen del voto de los diputados Navil Rahal y Fidda Mustafa haya que buscarlo en lo ocurrido meses atrás cuando esa falta de comunicación y transparencia en el equipo empezó a mostrarse públicamente con gestos que la opinión pública era capaz de captar y que el propio partido se empeñaba en ocultar.
La quiebra ocurrida en la formación se ha materializado ya en la expulsión de los dos diputados del Grupo Parlamentario Socialista y en la apertura de un expediente. Los pasos que quiera dar el PSOE deberán servir para reconducir la actividad, de ellos depende ahondar en las raíces de esta situación anómala que afecta de lleno al corazón del socialismo o seguir explotando el juego pueril y sin sentido para dar con los responsables del desaguisado fuera del propio partido con acusaciones de transfuguismo.
Ni Rahal ni Mustafa fueron claves al votar a favor de la modificación presupuestaria, no eran necesarios pero dieron el paso. Hablar de compra de voluntades es cuanto menos esperpéntico.