Hay denuncias que se repiten en el tiempo. Que son expresadas por los sufridos ciudadanos una y otra vez, pero que sin embargo no son atendidas o, de hacerlo, sucede mal y tarde. Hoy, vecinos de la Almadraba nos ponen de manifiesto el mal estado del acerado. Lleno de boquetes, cualquiera que pasee por el lugar paensará que se trata de un estado temporal, dadas las condiciones que presenta. Lo atribuirá a una obra inacabada. Pero si se le pregunta a los asiduos de la zona o a los vecinos, le entrará la vergüenza al saber que llevan años así, esperando que alguien acometa una actuación que, a todas luces, resulta urgente.
Del acerado de la Almadraba se podría escribir una novela, incluyendo un amplio pasaje a los que, faltos de vergüenza, permiten que siga así, en ese deplorable estado, durante años. No debe ser tan difícil acometer y atender las pequeñas reclamaciones ciudadanas, salvo que la explicación sea otra.
Quien habla de la Almadraba puede hacerlo también del centro. Tenemos calles con el acerado completamente destrozado que llevan meses con la promesa de ser arreglado. ¿Cuánto hay que esperar?, ¿cuántas caídas hasta que se arreglen las hileras de baldosas desencajadas o rotas porque nunca se pusieron bien? Miren la calle Fernández, por poner un ejemplo.
Estas atenciones ‘domésticas’, por llamarlas de alguna forma, son las que en verdad importan al ciudadano porque le afectan directamente. ¿A cuántos usuarios de la Almadraba les afecta las condiciones en que está la acera? Pueden empezar a contar y se pierden. ¿A cuántos que pasean por sus barrios y se topan semana tras semana, mes tras mes las mismas deficiencias? Sin embargo son sobre las que menos respuesta se obtiene o las que se atienden de manera tardía, como si las obras faraónicas fueran las que realmente tuvieran importancia para una ciudadanía que está demasiado harta de los grandes titulares, de los ceros y de los millones, de las grandes promesas, porque en el fondo su apuesta en el día a día no es la millonaria, sino la que la beneficia como residente de un barrio que requiere mucha más implicación, mucho más apego y mucha más atención de un poder que parece ensimismarse en otras labores.