Opinión

La esperanza

¿Qué es la esperanza? ¿La hemos perdido alguna vez? ¿La hemos recuperado? ¿Cómo ofrecer esperanza a los que la abandoron por cualquier motivo? ¿Qué hacer para seguir con la idea de que todo puede cambiar, que podremos afrontar la montaña de la desesperación?
Hace unos días escribí sobre el pesimismo en cuestiones referentes a la docencia; me dejé llevar por la desilusión, por no saber seguir el camino que te conduce a mejorar el mundo desde las aulas. Me equivoqué, abandonar es perder, resistir es seguir, no confiar en las generaciones que mañana nos tendrán que sustituir es cerrar las puertas a la esperanza, sumergirse en la oscuridad que te ciega para seguir descubriendo todo lo bueno que nos pasa y que está a nuestro lado.
Seguir mirando desde un caleidoscopio para ver los giros de la vida, confiar en que tenemos que descubrir lo que la desolación no nos deja ver.
Ayer le pregunté a un chico de 13 años cuántos hermanos tenía; somos 4, profe, yo soy el segundo pero, en realidad soy el primero. Le pregunté que cómo podía ser eso; su respuesta me emocionó: cuido a mi hermano con síndrome de Down y para él soy el mayor. En otra ocasión pregunté que si fuera un robot me querrían igual; una alumna me explicó que sin duda alguna pero que yo no podría quererlos porque era un Robot.
Mi amigo Pedro salió él solo de la droga, le echó un pulso a sí mismo, había tocado fondo y sintió una desnudez vulnerable. Vio hacia atrás y se le apareció su infancia, sus padres, su barrio del “Salto del agua” en San Pedro de Alcántara. Vio un ser que se había convertido en la persona que no era. Se recuperó porque desde el infierno también es posible la luz. Desde que lo conozco insufla vida, ánimos, reparte fuerza a las personas que le rodean.
Hace tiempo estuve muy enfermo y fue la esperanza quien me habló al oído: “escápate. Toma, te he traído una lima para que rompas los barrotes de tu cárcel, prepara un plan de fuga aunque no te fugues, aunque no puedas escaparte nunca”.
Mi hermana está ahora con su hija adolescente; no quiere estudiar, no le gusta nada, no tiene alternativas para ilusionarse. Muchas madres son mi hermana: madres que no duermen, madres que no saben qué hacer dónde acudir. No encuentran soluciones desde el aquí y el ahora. Esas madres no abandonan aunque tengan que inventarse cualquier posibilidad que se le ocurra, aunque muevan cielo y tierra, aunque tengan el corazón en un puño y sientan el bocado de la ansiedad las debore por dentro. Los hijos de esas madres sentirán un calor cercano y cambiarán, seguro que cambian, porque tienen esperanzas en sus madres que proyectarán en ellos una sombra que les cobije. Yo también fui como mi sobrina y leí los labios secos de mi madre y ahora leo los de mi hermana. Aquí estamos, escribiendo sobre los que escribieron de mí contándome historias extraordinarias de superación.
Veo las guerras, la muerte danzando entre las bombas, pero no puedo ver el rostro de la desdicha pues no hay tiempo para ello. Siempre con la esperanza a cuestas andan sobre campos de minas.
Mi compañera Paloma, una mujer, una profesora, una filósofa, fue mi pareja pedagógica. Llevó un cáncer fulminante animándonos a todos sin pronunciar la palabra muerte, sin dramatismos, sin una pizca de resentimiento. Recuerdo que una de las últimas veces que hablé con ella me dijo: “Carlos, ya creo que soy filósofa, ahora comienzo a entender"
En cualquier catástrofe existe la solidaridad, es una especie de ejército invisible que marcha a tu rescate. Esperamos su ayuda porque no nos han robado la esperanza, aunque se nos derrumbe el mundo.
Si no existe la esperanza caemos en la inacción, nos reflejamos en espejos que nos deforman y pensamos en los otros como el enemigo que acecha. No tener esperanza es dejar de ser, olvidarse de uno mismo, ir arrojando en el camino todas las posibilidades y alternativas. Seguir siendo, sentir, observarnos para darnos cuenta de las capacidades que descubriremos, del tesoro que encontraremos en nuestra isla.
La esperanza está por todas partes y nos visitará con infinitas formas: en un libro, en una llamada, en una conversación, en un compañero, en un desconocido al que conoces por casualidad, en el álbum de fotos o en un wassap a altas horas de la madrugada.
El Filósofo Walter Benjamin fue un pensador comprometido con su época. Sr suicidó huyendo de los nazis y sin poder cruzar España para embarcar hacia EEUU.
Escribe Benjamín: La humanidad que antaño era un objeto de espectáculo para los dioses olímpicos se ha convertido ahora en un espectáculo de sí misma. Su autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden. Pensó que , solo de aquellos sin esperanza nos es dada la esperanza.

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