El ciudadano está cada vez más alejado de la clase política. El sentimiento de rechazo aumenta con el conocimiento de los casos de corrupción, pero ésto no es lo único que genera ese desapego. La ausencia de proyectos que ilusionen, la muerte de las ideas originarias que ahora asoman disfrazadas de falsas ideologías y la ya enfermiza vinculación de la política como una forma de hacer negocio dibujan un panorama negro.
En Ceuta, ciudad pequeña en donde los vicios y las virtudes están más a cara vista, el grado de abstención en las elecciones es cada vez mayor. Eso pone nervioso a los políticos, no porque sufran una traición a la democracia ni mucho menos, sino porque son conscientes de que cada vez más sus discursos, sus falsas implicaciones, su ausencia de proyectos calan en el ciudadano, no pueden esconderse.
Hay quienes disfrutan convirtiendo sus propios perfiles de facebook en una galería de imágenes de su supuesta entrega al ciudadano. Llevan su propio gabinete de prensa para que les haga la foto con cara de tierno haciendo como que se preocupa de los problemas que, de forma impulsiva, les cuenta la ancianita de turno. ¿Se han dado cuenta cómo ya PP, PSOE o Caballas han optado por mandar sus propias notas de prensa y fotos con las visitas que hacen a los barrios? No les interesa que vaya el periodista de turno porque son ellos mismos los que quieren trasladar el mensaje filtrado evitando que en esos recorridos por las callejuelas se vean abucheados o alguien les diga lo que ni quieren oír ni quieren que se plasme en los medios.
Hace años que una redactora de esta Casa, Naiara, acudió a una ‘cita de barrio’ del PSOE. Iban a visitar el local social para recoger las quejas de los vecinos. Salió el tiro por la culata, porque hubo quien dijo cosas que afeaban a los presentes en aquel encuentro. Después las visitas abiertas se cambiaron por notas prefabricadas y cuidadas al milímetro, acompañadas de fotos ajustadas a esa realidad filtrada.
Luego los políticos se quejan, cuando ellos mismos son los que no tienen siquiera la valentía de enfrentarse al ciudadano de forma abierta delante de los medios, de someterse a los reproches (que en su mayoría serán justificados)... Estamos asistiendo a una política convertida en negocio, disfrazada de altruismo y de interés cuando en el fondo no es más que una forma más de criar mantenidos que viven de sueldos públicos y de subvenciones. ¿Se imaginan, por ejemplo, un rechazo unánime a cobrar por asistencias plenarias? Sigan soñando.