La inmigración siempre ha sido una patata caliente para los delegados del Gobierno que han pasado por Ceuta. A todos les ha tocado lidiar con una problemática distinta en las formas pero igual en el fondo. Ahora el problema lo tiene Fernández Chacón, aunque a este delegado no le guste eso: los problemas. La ley está de su parte pero no la moralidad, la que salpica a las decenas de subsaharianos a los que hay que dar una solución después de tres años en el CETI. Cierto que las manifestaciones de quienes iniciaron la marcha no eran lo más oportunas: criticando a la Policía y confesando sentirse como perros en Ceuta. Pero qué esperan de unas personas que se colaron pensando que más pronto que tarde iban a estar al otro lado y ahora se ven en un día a día marcado por la monotonía y la incertidumbre. ¿Acaso ustedes iban a soltar lindeces si estuvieran en esas condiciones?El problema de todo esto es que las leyes de extranjería las han parido gobiernos sin fundamento alguno, basándose, únicamente, en la crítica al contrario, y ahora nos topamos con casos como el de marras a los que nadie sabe dar una salida. Otros delegados les hubieran dado haloperidol para mandarlos a su tierra con nocturnidad y alevosía, pero ahora esas barbaridades, afortunadamente, no se hacen. Como tampoco se expulsa a subsaharianas por la puerta falsa ni se manda a los pata negra a detener a negros en plena plaza de África. Para cuando llegan las resoluciones judiciales la acción ya se ha cometido y nada se puede hacer para enmendar la plana: ¿o los mismos que cometieron las tropelías van a volver a Marruecos para buscar a la que se expulsa de forma ilegal?
Anoche los subsaharianos seguían en la plaza de los Reyes. Hay quien mentaba las ordenanzas, el cumplimiento de las normativas, buscaba leyes sobre la salubridad o el ruido con tal de fundamentar un desalojo de los subsaharianos. Otro parche para cubrir una herida, la de la inmigración, que nunca se ha abordado como se debiera en Ceuta. Unas veces por desconocimiento, otras por maldad y ahora, quizá, por ausencia de eso que se llama moralidad. Lo dice el Defensor.