¿Has pensado alguna vez cuántas veces al día desbloqueas tu móvil? Probablemente mucho más de lo que imaginas. Investigaciones psicológicas han demostrado que las personas, también de Ceuta, subestiman con frecuencia el número de veces que consultan su teléfono: lo que creemos que ocurre “cada 20 minutos” en realidad se repite decenas de veces más. Y gran parte de esa actividad se concentra en redes sociales como Instagram, TikTok o Facebook, diseñadas para que nunca dejemos de deslizar hacia abajo en busca de contenido nuevo.
Ese gesto aparentemente inocente, conocido como 'scroll infinito', no es casual. Se trata de una estrategia pensada para prolongar al máximo nuestra permanencia en la aplicación. El resultado: horas de consumo digital que rara vez sentimos haber planificado.
La explicación está en tu cerebro
Según ha publicado el medio Xataka, la psicóloga Éilish Duke, de la Universidad Leeds Beckett, advierte que deslizar la pantalla es un hábito tan automatizado que lo realizamos casi sin darnos cuenta. Es un impulso inconsciente: cuando estamos aburridos o necesitamos una distracción, el dedo se mueve antes de que lo pensemos.
¿Por qué ocurre? La respuesta está en lo que los neurocientíficos llaman “circuito de recompensa”. Se trata del sistema cerebral encargado de buscar estímulos que nos generan placer o satisfacción. Cada nuevo vídeo o publicación que aparece en el feed es una pequeña “recompensa” para el cerebro, lo que hace muy difícil dejar de mirar.
Además, las plataformas ajustan su algoritmo para ofrecer justo lo que más nos interesa. Así, nuestra curiosidad innata —un rasgo esencial en la evolución humana, como explica la doctora Ariane Ling, del hospital NYU Langone— encuentra en las redes sociales un terreno fértil del que es casi imposible apartarse.

El choque interno: placer frente a autocontrol
Aunque el cerebro busque constantemente esos estímulos, existe un área que intenta frenar el impulso: la corteza prefrontal. Esta región está vinculada con la toma de decisiones racionales y es la que nos dice “ya basta, cierra la app”. El problema es que la batalla no siempre se gana, sobre todo cuando entramos en lo que los psicólogos llaman estado de flujo: una concentración tan profunda en lo que hacemos que perdemos la noción del tiempo.
Esto explica por qué muchas veces un “solo cinco minutos en TikTok” acaba convirtiéndose en una hora.
Cómo reducir el tiempo que pasas “scrolleando”
La buena noticia es que sí existen formas de recuperar el control. Expertos en psicología y bienestar digital recomiendan varios cambios prácticos que pueden marcar la diferencia:
- Usa las herramientas de tu móvil
Tanto iOS como Android incluyen funciones para controlar el tiempo de pantalla. Puedes consultar cuánto dedicas a cada app y establecer límites diarios para no excederte.
- Crea zonas y momentos libres de móvil
Decidir de antemano que no mirarás el teléfono en las comidas, antes de dormir o durante reuniones con amigos ayuda a romper la costumbre automática.
- Sustituye el hábito por otra actividad
Salir a caminar, practicar deporte o leer son alternativas que generan satisfacción sin depender de la pantalla. Cuanto más atractiva sea la actividad, menos espacio tendrá el móvil.
- Evita usar el móvil como reloj
Parece un detalle menor, pero muchos episodios de scroll comienzan al mirar la hora y terminar atrapados en una notificación. Usar un reloj tradicional puede ser un gran aliado.
Un reto de nuestra época
El scroll infinito es mucho más que un simple gesto con el dedo. Es un reflejo de cómo las tecnologías actuales explotan nuestra biología para captar la atención. Comprender este mecanismo es el primer paso para no quedar atrapados en una rutina digital que roba horas de sueño, concentración y relaciones personales.
En palabras de Duke, el desafío está en recuperar la conciencia: dejar de usar el móvil en piloto automático y volver a decidir de forma activa qué lugar queremos que tenga en nuestro día a día. Porque, al final, el problema no es el dedo que se desliza, sino lo fácil que es olvidar que somos nosotros quienes deberíamos tener el control.






