El tono despreciativo con el que el portavoz de Vox, Carlos Verdejo, acostumbra a tratar a los demás diputados de la Asamblea y al propio presidente de la Ciudad supera la mala educación. La osadía le lleva a aventurar incluso presidio para consejeros. Sin ser juez, ya ha condenado a varios de ellos, cebándose sobre todo en la figura de Alberto Gaitán simplemente porque es el responsable de Sanidad a quien le ha tocado gestionar la celebración de la Pascua del Sacrificio.
Cierto es que la fiesta no ha discurrido como se esperaba y cierto es que habrá que mejorar muchas cosas de cara al próximo año, sobre todo como mínimo habrá que respetar una hoja de ruta con la seriedad debida y cumpliendo todos los plazos. Muchas familias se quedaron sin poder hacer el sacrificio y los nervios que marcaron los días previos al 21 no dejaron las mejores imágenes. Pero de esto se aprende y, cuando hay voluntad -que la hay-, se mejora.
Si hay capacidad constructiva -que es lo que debe prevalecer en cualquier formación política- y no obsesiones, el único camino posible es el de la mejora. Pero Vox, encarnando su discurso en la figura de su portavoz mientras su número 1 calla, opta directamente por amenazar, convirtiendo el foro plenario en un escenario de acusaciones sin pruebas y de pronósticos judiciales sin carrera. Porque Verdejo, de conocimientos políticos tiene poco -lo ha demostrado en varias sesiones plenarias-, pero de lo que nada, absolutamente nada tiene es de juez. Le sobra, eso sí, arrogancia para condenar al consejero Gaitán como ya lo hizo anteriormente con la consejera Deu y lo desliza siempre que puede con el señor Dris. Es una forma de hacer política -o creer hacerla- que viene a describir el estilo que practican algunos, aunque desgraciadamente no esté la situación para estos menesteres sino, más bien, para hacer política a otra altura.