La diplomacia es el arte y la práctica de conducir las relaciones entre naciones y gobiernos con el objetivo de promover intereses comunes, resolver conflictos y establecer acuerdos y alianzas. Es una herramienta fundamental en la arena internacional, donde los Estados interactúan en un escenario complejo y diverso.
Unos países se reconocen a otros y establecen normas basadas en el reconocimiento de su soberanía.
Andrés Martínez Adasme, de 32 años, y José María Basoa Valdovinos, de 35, los dos españoles detenidos en Venezuela acusados de ser agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y formar parte de una conspiración para derrocar al Gobierno de Nicolás Maduro, son dos vecinos de Bilbao sin relación alguna con el servicio secreto, que se encontraban en el país caribeño de turismo.
Las acusaciones han sido desmentidas por la autoridades españolas pero el gobierno de Maduro hace oídos sordos a cualquier comunicado de la embajada española.
Margarita Robles, Josep Borrell, Congreso y Senado reconocen la victoria de Edmundo González Urrutia y tildan de dictador a Maduro. Para colmo España ofrece asilo político e insta al gobierno venezolano a la publicación de las actas
En este tira y afloja la diplomacia de poco sirve. Más bien la presión de unos y otros para ver quién se lleva el gato al agua.
¿Qué tipo de defensa tendrán los detenidos? ¿Hay un derecho internacional que los proteja? ¿Y qué hace la diplomacia con la guerra de Gaza, con los periodistas asesinados y desaparecidos en dictaduras y zonas de conflicto? ¿Para qué sirven las Naciones Unidas? ¿Quién defiende los derechos humanos? ¿Qué papel juega un tribunal internacional? ¿Puede España decirle al rey de Marruecos que deje de ser un tirano y que respete los derechos humanos? ¿Qué hace la diplomacia con las declaraciones de Milei? ¿Para la diplomacia golpes de Estado?
La respuesta es no. Y siempre es lo mismo, un paripé internacional en el que todos danzan y bailan ante los poderosos que ordenan y mandan.
¿Cómo resolver los conflictos internacionales? A ver quién es el valiente de ordenarle a Israel que pare el genocidio.
Nos queda Zapatero, ora pronobis.