Dicen las encuestas que somos los conductores más puñeteros de Europa, a excepción de los italianos , que es gloria ver cómo se las pelan las monjas para pasar una avenida, sin que las atropelle un carro.
No estoy hoy a la par de crédula, porque ando aún con la retina encharcada con la imagen de Obama y Francisco, cogiditos de la mano como buenos amigos, y supongo que por eso, no me lo creo.
No es que conduzcamos mal, es que tenemos mala leche, muy mala, cuando nos atiende alguien al que podemos vejar en un consultorio de información , o cuando nos llama una voz, desde no sabemos dónde, mientras estamos comiendo o cuando la profesora de los niños o una madre histérica, nos hincha las narices, de puro necia. Tenemos mala baba y punto. No es que pitemos por cualquier cosa, como árbitro desquiciado, es que se nos va la mano al claxon por no apretarnos los testículos, por no rebanarnos el cuello y por no sacarnos las tripas , a dentelladas de zombi .
Estamos hasta el saco manisero por no tener trabajo, porque no nos paguen lo que nos deben, porque digan que estamos mejor y nos suene a cachondeo barato y no pare la racha de saber que debajo de las setas, aún caben más sinvergüenzas.
Nos enfadamos y para qué, para que siempre venga alguien a jodernos con las encuestas, de que si somos los últimos en Europa, de que echarán a los nuestros de Alemania, por no tener trabajo en tres meses, porque no hay libertad de paso, solo papeles y gendarmerías, que “tanto tienes, tanto vales” y “si te he visto , no me acuerdo” . Las encuestas, como los premios literarios, son personas con hojas de cálculo, viendo por donde les sale la letra, gente , que te pregunta cuando te bajas del autobús y ya no llegas para coger el metro, gente , a la que pagan menos aún que a ti, pero que aún así persiste, porque la persistencia es estar y queremos estar, aunque se nos esté yendo el pecio en Flandes.
En Italia no es que se conduzca peor que aquí, sino que se improvisa sobre la marcha, en ciudades tan hermosas que vas mirando , por no perderte entre los vericuetos de la historia. También ellos están jodidos por la aventura berluscona , que les dejó traspuestos y sin nóminas y aún andan con un pie en la cadera y otro haciendo el paso del flamenco. Y es que la emotividad, las pasiones, las ínfulas y las fobias , suben por el acelerador y lo aprietan, del mismo modo que las drogas, los activadores y las cafeínas, las teinas, las cocaínas y los alcoholes, que nos entran en vena ciega.
Somos unos bordes… ¿y qué?, asumámoslo, gritamos, peleamos, nos insultamos y a otra cosa, justo cuando en mitad de un paso de peatones , alguien se nos salta al cuello y estamos a punto de atropellar su osamenta. El susto por lo que podía haber pasado, te sube de la boca del estómago, a la faringe y de ahí al paladar , para salir como corcho de cava, en plena fiesta.
Yo soy una borde, para que ustedes lo sepan y si alguien me revienta- en día de lluvia- la serenidad de tener que llevar a los niños con paraguas, botas e impermeable, a pasito de rana, para dejarme sin componer, desteñidita por el agua de los charcos, porque se ha saltado toda precaución y la señal de a treinta , le digo gargarismos grecolatinos, en versos encadenados, aunque lleve la ventanilla subida y no se entere de que me estoy acordando , de la madre que pario a la bruja que le dio la teta. No es que conduzcamos peor que nadie , es que hacemos brochazos picassianos con el volante y sacamos un conejo de la chistera del guardia, si nos paran en un control, e improvisamos combinaciones y ecuaciones , al ritmo de una sardana, que el euro no nos mata la rojez de la cuenta donde tenemos la poca paga, esa , que nos esquilman lo que nos aprietan los testículos, las vísceras y las venas sistólicas del cuello, diciéndonos que todo va a mejor , que solo tenemos que tener paciencia y sobre todo, calma.