A las puertas ya del 12 de mayo, Día Internacional de la encefalomielitis miálgica o síndrome de fatiga crónica, la fibromialgia, la sensibilidad química múltiple y la electrohipersensibilidad, debo decir que los afectados por estas 4 enfermedades siguen discriminados tanto en la atención médica como en las prestaciones sociales, sometidos a un maltrato institucional insuficientemente denunciado por las asociaciones o los propios enfermos.
La situación es si cabe más problemática en los afectados por sensibilidad química múltiple y/o electrohipersensibili-dad, ya que precisan unos protocolos específicos para poder ser atendidos dentro del sistema sanitario público que existen en muy pocas Comunidades Autónomas. Cuando se padece cualquiera de estas 2 enfermedades ambientales o ambas al mismo tiempo, es habitual que los enfermos empeoren al acudir al sistema sanitario, razón por la que tienden a evitarlo aún cuando se encuentren mal y precisen asistencia médica.
Desconocidas por los propios profesionales, los diagnósticos son tardíos, lo que las agrava aún más, puesto que a día de hoy ninguna de ellas tiene cura, y lo único que pueden hacer quienes las padecen es evitar las exposiciones a los productos químicos o a las ondas electromagnéticas que las provocan, algo bastante difícil en la sociedad actual.
El propio hecho de que estos enfermos no acudan a centros de salud y hospitales si no disponen de un protocolo de atención para ellos, los hace aún más "invisibles" para el sistema sanitario y para la sociedad, que no entiende que algo "aparentemente" inocuo como una colonia, un perfume, un producto de limpieza o un simple móvil, puedan dañar a estos pacientes. Y las pocas veces que solicitan ayuda, sanitarios y sociedad en general consideran que el problema está "en su cabeza", a pesar de los múltiples estudios surgidos en las últimas décadas que demuestran ampliamente que son enfermedades orgánicas y se deben a la toxicidad de esos productos y a la falta de legislaciones adecuadas sobre las nuevas tecnologías, que protejan a los humanos , aplicando el más elemental principio de precaución, que viene a decir que ante la duda de que existan riesgos para las personas o el medio ambiente, aun cuando no exista consenso científico al respecto, esos productos no deberían comercializarse. Conseguir además una vivienda digna en la que no se vean expuestos a lo que les daña, es cada vez más difícil en la sociedad actual.
Surgen así auténticas barreras ambientales difíciles de ver y comprender, pero que están ahí y hacen su día a día cada vez más problemático. Salvo casos avanzados en los que además se asocian otras patologías, no tienen dificultades de movilidad, no van en silla de ruedas y las barreras arquitectónicas mucho más visibles no son un problema para ellos, pero su vida con frecuencia está restringida a su domicilio, con una soledad y un aislamiento impuestos y no deseados, pero necesarios para evitar las exposiciones que les dañan. No pueden usar transportes, ni acudir a lugares y espacios públicos, no pueden ir a un restaurante, a un cine, a un teatro, ni disfrutar del ocio como lo harían otras personas (incluso otros enfermos con otro tipo de patología), no pueden salir de sus casas y dependen de los demás para evitar el avance de sus respectivas enfermedades, pero.....
¿Como convencer hoy en día a los demás de que es necesaria su solidaridad para que podamos vivir en una sociedad inclusiva donde existan zonas blancas libres de químicos y de Wi-Fi?. No cabe duda de que nuestras enfermedades son duras, difíciles de afrontar y a veces incluso, difíciles de explicar a los demás, pero esto jamás será un obstáculo para la lucha por nuestros derechos, los mismos que tiene cualquier otro enfermo con cualquier otra patología.
Porque para los afectados por estas cuatro enfermedades, 12 de mayo son los 365 días del año el resto de sus vidas, mostremos nuestra solidaridad y apoyemos sus reivindicaciones.
María Argentina Rey Fernández (Médico afectada de SQM)