Según muchos expertos, España ya es uno de los países del mundo que más está sufriendo los impactos del cambio climático, con un notable aumento en los eventos meteorológicos extremos, como las olas de calor. Es lo que sostiene la organización ecologista Greenpeace en su guía para sobrevivir a las olas de calor, que se acaba de publicar de forma muy oportuna. Se trata de una guía práctica que nos ofrece consejos y recomendaciones de mucha utilidad.
Como explicaba en un artículo de hace unos meses, titulado “Temperatura y precipitaciones” según Katharine Hayhoe, profesora de la Universidad de Texas, en su artículo “Calor”, desde el principio de la Revolución Industrial, los seres humanos han producido, en cantidades crecientes, dióxido de carbono y otros potentes gases que retienen el calor. Con su acumulación en la atmósfera, esos gases, en esencia, envuelven el planeta en un manto artificial, reteniendo cada vez más calor de la Tierra que, en otras circunstancias, se escaparía al espacio. Por eso aumenta la temperatura media del planeta y por eso el cambio climático suele llamarse “calentamiento global”. Más que esto, lo que todos experimentamos en nuestra vida cotidiana es más bien un extrañamiento global, pues en un mundo más cálido, muchos extremos climáticos son cada vez más frecuentes, intensos, prolongados y/o peligrosos.
Sin profundizar en muchas explicaciones científicas del fenómeno que nos aqueja, pero con el rigor necesario, lo que hace Greenpeace es lanzar una serie de recomendaciones generales y otras específicas, que vamos a intentar sintetizar en este artículo. La primera y más importante recomendación es adaptar nuestros horarios y actividades para tener un menor nivel de exposición al calor, sobre todo en los días de temperaturas extremas. Hay que ser prudentes y estar pendientes a los avisos meteorológicos que se dan desde la Agencia Estatal de Meteorología. Estos organismos no nos engañan. Predicen las situaciones meteorológicas mediante sofisticados sistemas técnicos y estadísticos, avalados por la ciencia.
Una de las recomendaciones específicas que más me han llamado la atención es la dedicada a cómo podemos protegernos del calor en nuestro entorno. Todo se resumiría en el principio “Más verde igual a menos calor”. En las ciudades se produce el fenómeno conocido como “isla de calor urbano” a consecuencia de que el asfalto y el hormigón de las calles absorben calor durante el día y lo liberan durante la noche. Sin embargo, si hay árboles y vegetación, el calor producido por la radiación solar se acumula en el suelo, que transpira como nuestra piel. Estos árboles y vegetación “sudan” parte del agua que absorben, por lo que nos refrescan, además de dar sombra y limpiar el aire de contaminantes.
Por tanto, si vivimos en una ciudad, una de las recomendaciones internacionales es lo que se conoce como la regla 3-30-300. Ver tres árboles desde nuestra casa estaría asociado con la reducción del estrés, mayor satisfacción en el trabajo y recuperación tras intervenciones quirúrgicas. Tener un 30% de cobertura vegetal en nuestro barrio puede disminuir la mortalidad, llegando a evitarse un tercio de las muertes prematuras atribuibles al calor. Tener un espacio verde a unos 300 metros podría evitar 43.000 muertes al año en Europa, según la OMS. Por esto los huertos urbanos, las azoteas y las fachadas verdes, además de ayudar a aislar los edificios del calor, refrescan el ambiente y son un buen aliado como refugio de la fauna urbana.
También, llenar de naturaleza los entornos escolares y otros centros públicos, según algunos estudios científicos, disminuye la agresividad, mejoran el sistema inmunitario de los niños que juegan en dichos entornos y proporcionan sombra y refugio frente al calor. Cada vez más se está extendiendo esta idea a lo que se conoce como refugios climáticos de barrio, que son espacios de interior o exterior, que nos permiten refugiarnos del calor proporcionando una temperatura de 27 ºC. Estos espacios son clave cuando no se puede encontrar este refugio en el propio hogar, especialmente si se forma parte de colectivos vulnerables.
Nuestras viviendas son esenciales y el mejor refugio, siempre que estén bien aisladas y en ellas se adopten medidas simples como bajar las persianas y cerrar las cortinas y abrir los toldos antes de que empiece a dar el sol; crear corrientes dentro de la casa permitiendo que circule el aire entre las distintas estancias; mover el aire y refrescar haciendo uso de ventiladores.
Por último es importante conocer nuestra propia vulnerabilidad, adoptar hábitos de autoprotección durante las olas de calor, con medidas tan simples como mantener la hidratación durante todo el día, evitar salir a la calle en las horas de mayor calor, llevar ropa ligera y de colores claros, darse duchas cortas para refrescarse y sobre todo, apoyarnos y apoyar nuestra comunidad. Todas estas medidas son útiles. Muchas de ellas están a nuestro alcance. Otras pueden ser pedidas a nuestros Ayuntamientos y demás Administraciones Públicas.
Evidentemente, cada vez aparecerán más negacionistas del cambio climático, que nos dirán que olas de calor han existido siempre, que esperan conquistar a la ciudadanía, para así conseguir representación en las instituciones y, de esta forma, revertir lo avanzado hasta el momento.
De nuestra conciencia y comportamiento, dependerá que estas personas negacionistas no puedan seguir manipulando a la ciudadanía con dinero público. Y de esto también, preservar la salud del planeta y protegernos frente a las cada vez más persistentes e intensas olas de calor que nos acechan.
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