Después de una gran tragedia, lo más importante es la recuperación de las personas que han perdido a seres queridos en ella.
En esta ocasión, los parientes más cercanos a los dos pequeños que perdieron la vida el pasado viernes en un trágico suceso pasarán por un largo proceso de recuperación.
Según explicó a ‘El Faro’ el psicólogo David Álvarez Montano, el proceso pasará por tres etapas o fases: aguda o de impacto (que dura minutos, horas o días), de reacción (de una a seis semanas) y de reorientación (después de uno o dos meses hasta seis meses o más). Dicho esquema, según indicaron estas fuentes, es el típico de la reacción humana ante sucesos extraordinarios, aunque ni se tienen que dar las tres ni en este orden. La transición entre ambas es gradual.
La primera de las fases citadas es lo que se entiende como ‘shock’, es decir, alto nivel de estrés, dificultad para concentrarse y entender y una gran incredulidad ante lo ocurrido (no se lo creen), negación, hipoactivación o hiperactivación (hacer pocas cosas, o muchas). En esta etapa del proceso de recuperación, el trabajo del psicólogo se centra en hacer sentir a la persona arropada y, si esta necesita estar en silencio, el profesional estará a su lado sólo para cuando necesite hablar. Se debe enfocar la ayuda pensando sobre todo en el “aquí y ahora”, escuchando de manera empática. Dicha escucha debe ser activa, “que se sienta que se le escucha, y hay que dejar que hable y reelabore poco a poco lo que le ha sucedido”. Desde su papel profesional, los psicólogos intentan aclararle las dudas que tenga y procurar un correcto retorno al entorno familiar, “que es quien mejor la puede arropar en estos momentos iniciales del suceso”.
La segunda etapa es la de afloramiento de todos los sentidos que ha ocasionado el suceso. La persona afectada se niega a acercarse al lugar de los hechos. Hay culpa, frustración, rabia por lo que ha pasado y reacciones muy diversas de estrés. La intervención en esta etapa se centra en el paso del papel de la víctima al de sobreviviente. Según indicó a este medio Álvarez Montano, en esta etapa tendrán mayor dificultad los parientes más cercanos a los pequeños fallecidos, sus padres. Se intentará dar salida a las emociones negativas, evitar que la persona se quede atrapada en ellas e incluso conseguir obtener aprendizajes positivos del suceso negativo, en este caso, sobrevivir. El apoyo familiar, de las instituciones e incluso de grupos de apoyo de madres y padres en situaciones parecidas es deseable para la persona que sufre. “Así se permite reelaborar la historia de una forma menos negativa”, añade.
La tercera etapa y última etapa es de asimilación. Los síntomas van remitiendo poco a poco hasta poder volver a pensar en el futuro nuevamente. “Es parecido a una depresión”, explica. La persona va tomando conciencia de que ha de seguir con su vida, aunque no sepa exactamente cómo. “En esta fase, el trabajo a realizar va a ser afrontar el futuro y reprocesar las emociones negativas que le cause el emprender de nuevo su vida sin los hijos perdidos”, añadió en relación a la tragedia del pasado viernes.