Hace unos días vino a visitarnos, desde Tetuán, Youness, mi cuñado. Con 30 años y el pasaporte recién estrenado. Desde la frontera, en el coche, hasta llegar a casa, su enorme y continua sonrisa me hacía sentir orgulloso de Ceuta. De nuestras calles limpias, del respeto a los pasos de cebra y del Monte Hacho, como un vigía en su faro. “Deja el pasaporte en casa, no vaya a ser que lo pierdas”, le dije. Iba bien arreglado, era por la mañana, le dejamos en el centro, Mounia fue a clase y yo a mis cosas. “Toma café, y si te pierdes, pregunta por la Avenida de Otero”.
Estando en la Hermandad de la Legión me suena el teléfono. “¿Usted es Fernando?¿pintor?”, “si, sí, dígame”, “le llamo de la Policía, ¿conoce a un tal Youness?”, “sí, claro, es mi cuñado ¿qué le ha pasado?”, “que está en Colón retenido, por ir indocumentado”, “eso ha sido por mi culpa, ya voy, estoy aquí al lado”.
En un taxi trajo Mounia el pasaporte de su hermano. Debo aclarar que mi cuñado entiende algo de español, pero no habla una sola palabra. Menos mal que mi mujer, previsora, le metió en el bolsillo un papelito, como a los niños en el colegio, con mi número de teléfono.
Una vez en Comisaría un Policía muy alto y muy educado me explicó lo ocurrido, poniendo en libertad a mi cuñado, que me dijo en árabe: “dale las gracias de mi parte, te llamó con su teléfono, y me han traído una botella de agua y un bocadillo”.
Risas y nervios. Llegamos paseando a casa, y allí llamó por teléfono. Y le contó a sus padres lo que hace la Policía de España. Ya lo sabe todo el barrio. Ayer volvió a visitarnos. Ahora Youness pasea por nuestras calles limpias, cruza los pasos de cebra y saluda a la Policía.