En estos días, Ceuta ha vivido una sacudida emocional con el caso del niño asesinado, un suceso que ha estremecido a toda la ciudad. La rabia, la tristeza y la impotencia son comprensibles. Sin embargo, nada justifica el linchamiento público de una persona que ha sido puesta en libertad por decisión de un juez.
La justicia no puede ser sustituida por la venganza ni por los juicios paralelos que se difunden en redes sociales. Cuando un juez —con todos los datos, pruebas y garantías legales— decide dejar en libertad a un sospechoso, lo hace porque la ley así lo permite o porque no existen pruebas suficientes para mantenerlo detenido. Puede que no guste, puede que duela, pero vivimos en un Estado de derecho, no en una plaza pública donde se dicta sentencia a golpe de rabia.
El linchamiento mediático o social destruye no solo la vida de quien es señalado, sino también la confianza en el sistema judicial. Hoy puede ser otro, mañana cualquiera. Nadie está libre de ser acusado injustamente, y si se normaliza la idea de que la multitud tiene derecho a “castigar” antes de que se pruebe la culpabilidad, estaremos abriendo la puerta a la barbarie.
El dolor por la muerte de un niño es inmenso y merece respeto, pero precisamente por respeto a ese dolor debemos exigir justicia, no venganza. La justicia necesita serenidad, pruebas, procedimiento y ley. La venganza solo necesita un rumor, una foto o una publicación compartida mil veces.
Ceuta debe demostrar que, incluso en medio de la tragedia, sabe mantener la cabeza fría y la conciencia limpia. Defender el Estado de derecho no significa estar del lado del culpable, sino estar del lado de la justicia.
Porque si dejamos que el odio sustituya al derecho, entonces todos perderemos.






