La cafetería Gorila de la céntrica calle Sargento Coriat, como se le conoce en honor al mote de su padre, la lleva Fernando Martín Gómez, quien la abrió en marzo de 2008 tras reformarla para comenzar a rodar. Lleva toda la vida trabajando como camarero en la hostelería, pero nunca había tenido un negocio propio hasta que hace doce años compró este local.
“Esto era otra cafetería que había antiguamente, podía tener más de 50 años abierta. Antiguamente era la cafetería ‘Dulcinea’. Aquí sí llevo yo doce años y en la hostelería, 40. En ‘La Campana’ me he tirado 28 años, aquí llevo ya doce y la cosa está fatal la verdad”, recuerda Fernando Martín Gómez, dueño de la cafetería ‘Gorila’.
Un negocio que se mantiene intacto al paso del tiempo y cuya esencia continúa siendo la misma tras ocho años: ofrecer a sus clientes de toda la vida los mejores desayunos y meriendas. “Aquí tenemos desde siempre desayunos y meriendas, toda la vida me he dedicado a eso y me sigo dedicando. Yo no doy tapas ni nada de eso. Pero está la cosa muy floja porque las ventas han caído un 40 o 50 por ciento de lo que vendíamos nosotros antes aquí”, lamenta.
Con la llegada de la pandemia, al igual que muchos otros negocios de la ciudad, ha tenido que hacer frente como han podido a esta nueva situación. Han sido meses duros, sobre todo los tres primeros en los que estuvieron cerrados. También meses de pérdidas económicas.
“Tengo un empleado en el ERTE todavía. Éramos dos, pero él ahora mismo sigue en ERTE porque no lo he podido recuperar por el tema de la crisis y de la pandemia. Lo estamos llevando a duras penas y tirando con las restricciones y con todo lo que pusieron y seguimos aguantando”, continuaba Fernando.
Muchos ceutíes pasan por esta céntrica cafetería a degustar algunos de sus conocidos desayunos. Una de sus tostadas de aceite y tomate junto a un café. Esta cafetería ha ido cambiando, pero siempre ha mantenido esa esencia. “Aquí en la cafetería se venden muchas tostadas, cafés, cafés con leche, bocadillo de pata, de atún, y los típicos desayunos con tostadas de zurrapa o lomo en manteca. Por las tardes sí tenemos algunos dulces de La Campana”.
Han hecho frente a la situación actual tan difícil en la que nos encontramos, pero parece que la situación no mejora. Sus clientes de toda la vida son personas mayores. “Ahora con el tema de la cepa nueva la gente otra vez está echando el freno hacia atrás. Se ve gente en la calle comprando, pero en los locales cerrados la gente sigue teniendo miedo y mira que cumplimos con todas las medidas y toda la seguridad. Pero también mi clientela es antigua y mayores de edad y se cortan a venir por miedo”. A sus 55 años reconoce que la hostelería es un sector duro y más cuando se embarcó en un mundo que desconocía, a Fernando le gustaría jubilarse en su cafetería.