Lo denuncia Jucil. Ha ocurrido en Punta Umbría, Huelva. La Guardia Civil persigue una narcolancha mientras los bañistas continúan a lo suyo: pasear por el arenal, tomar el sol o disfrutar de sus juegos.
Sobre el papel esto no es normal, pero la repetición de sucesos ha terminado por normalizarlos. La asociación de la Guardia Civil se lleva las manos a la cabeza, pero la vida evidencia que esa situación anómala ha terminado por convertirse en el pan nuestro de cada día para un ciudadano que entiende que eso, lo que esté pasando, es ya algo normal.
No es que no lo condene, son términos distintos, pero ha terminado por considerar que en su día a día también caben esas personas que, viviendo al margen de la ley, se han hecho fuertes y, atentando contra las fuerzas de seguridad, han salido impunes.
No sucede solo con las narcolanchas, también hemos normalizado las muertes.
Son ya varias las ocasiones en las que hemos publicado imágenes de la Guardia Civil sacando un cadáver del agua, mientras los bañistas seguían a lo suyo, tomando el sol aunque a unos pasos se estuviera retirando un cuerpo del mar.
Son hechos duros: unos los protagonizan los narcos, otros quienes terminan perdiendo lo más preciado por huir de su país. Unos tienen dinero y chotean a las fuerzas de seguridad, otros no tienen nada y por alcanzar algo pierden la vida.
Son extremos que causan el mismo impacto en el ciudadano, es decir, ninguno.
Que hayamos normalizado realidades duras significa que hemos perdido por el camino algo de esa humanidad que nos hacía sentir, reprochar, llorar, empatizar o condenar situaciones que no eran normales.
Ahora, al contrario, hemos optado por ignorar las cosas que pasan a nuestro alrededor, aunque sean tan duras que merezcan unas líneas.