En una juguetería antigua de muñecos trabajaba una joven muchacha, que debe vivir con el desprecio y la falta de afecto de la dueña. Un día esta muchacha regala una muñeca a una niña pobre, pero es descubierta por la dueña quien encierra a la joven toda la noche como castigo. Triste y desolada desea ser una bonita muñeca. Y la conmoción de ese llanto llegó hasta la ‘Reina Luna’, que concede a la joven su deseo de convertirse en una bella ‘Muñeca Encantada’. Ese fue el comienzo de un largo y vigoroso espectáculo de ballet con el que Rosa Founaud demostró a un Auditorio que rebosaba asistencia, que su escuela crece en técnica y actuación. Con ‘La Muñeca Encantada’ puso fin Founaud a un año que valoraba como “muy positivo” y del que se siente “enormemente orgullosa”, y no es para menos, su compañía volvió a dejar huella del nombre que les avala en la ciudad.
Founaud repitió, como de costumbre, en llenar el Revellín, donde ni una butaca quedó vacia. Ellos fueron los afortunados de disfrutar de una obra que impactó, no solo por el nivel técnico que desprendió el cuerpo de baile, también por el mensaje que dejó en el aire: la pérdida de valores sociales. Esos valores ‘dormidos’ salieron a relucir a través de un espectáculo de danza clásica que dejó el listón bien alto con respecto a actuaciones previas.
La obra, inspirada en el clásico cuento de ‘The Fairy doll’, concedió a la luna un papel coprotagonista, a ella le bailó un cuerpo de danza que fue una agasajo visual para los que tuvieron la oportunidad de asistir. Tecnicismo, precisión y un arduo trabajo resumen a la perfección una hora y media de espectáculo. Y entre ellas, mayores y pequeñas, y una noche que transcurrió entre piezas clásicas se alzó la protagonista, su fuerza y expresividad al danzar marcaron el ‘otro’ nivel de la escuela. Una soltura y precisión que se ganó en más de una ocasión los aplausos de los asistentes. Obligado destacar el gran papel desempeñado por las bailarinas más pequeñas, quienes a simple apreciación llegaban a los 6 años. Flemáticas, coquetas, delicadas pero espectaculares fueron sus actuaciones como cuerpo de acompañamiento, sin ellos, no hubiese habido ni muñecas, ni magia. Porque esa fue la esencia de la actuación, la magia. Magia al bailar, al saber captar el momento con movimientos tan precisos en su ejecución, que parecía como si de sus huellas brotara la naturaleza. Es una muestra de admiración más allá de los aplausos y el delirio que desprendían familiares y amigos.
Las muñecas de Founaud ‘encantaron’ y deleitaron, pero todo ello a su vez fue posible por la gran escenografía y el magnífico vestuario, que sin distanciarse del baile, precisó hasta el más último detalle. Un vestuario diseñado por las dos hermanas, Rosa y Ana.
El de ayer fue un espectáculo de magia, danza y muñecas encantadas que pondrá su gran broche mañana a las 20.00 horas, cuando la academia al completo se suba al escenario del Auditorio para despedir un año ‘redondo’.
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