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Algunos de los boyarines se habían abierto, dejando ver que contenían algo. Cuando los agentes los inspeccionaron se dieron cuenta que ese ‘algo’ era hachís. Nunca antes se había encontrado de esta forma. Y eso que el ingenio, cuando se trata de delinquir, se agudiza hasta el punto de haberse pasado droga dentro de pañales de bebé, entre aceitunas ‘camufladas’ con todo tipo de especies, embadurnadas de colonia o dentro de juguetes.
El cierre de la frontera, ejecutado en marzo de 2020, llevó a que se bloqueara una de las vías de traslado de drogas que hasta la fecha había funcionado mecida en el descontrol de no saber ni lo que entraba a Ceuta ni lo que salía a Marruecos. Así, la ciudad autónoma recibía kilos y kilos introducidos en coches o cargados por las miles de personas que cruzaban el paso a pie, suministrando los alijos repartidos en diferentes zonas.
La vía marítima se fortaleció con la salida de embarcaciones cargadas hasta los topes o mediante fórmulas que antes no se habían visto tanto como el empleo de los motores humanos. Con este término se identificó a los argelinos que, antaño, guiaban a los subsaharianos que no sabían nadar en su pase a Ceuta. Ahora lo que funciona es una persona que ejerce de motor para trasladar no a inmigrantes, sino fardos. Ha habido casos en los que se ha usado un propulsor real para lograr más velocidad.
Unas cifras nunca antes vistas que tienen una explicación. Son desembarcadas en Ceuta procedentes de la Península para alimentar el mercado de consumo en Marruecos, trasladándolas mediante narcodrones y alcanzando un precio que convierte su trasiego en rentable para la preparación del karkubi.
Cada vez son más los servicios llevados a cabo que se saldan con este tipo de comercio, algo que la propia Guardia Civil ya ha reflejado en sus informes internos, de los que se hizo eco este periódico.
Fue el 16 de junio cuando el Servicio Marítimo actuó para auxiliar a una embarcación cuya red de deriva había quedado atrapada en la hélice. Lo que no podían pensar es qué encontrarían en los boyarines de la red: hachís que alcanzó un peso de 230 kilos.
Fue el 13 de febrero cuando se detuvo a dos personas a bordo de una moto de agua, en donde ocultaban hasta 240 kilos de hachís. La Guardia Civil alertó del trasiego de todo tipo de embarcaciones que estaban siendo empleadas para ocultar la droga aprovechándose durante los meses de verano para echar mano de la mayor cantidad de personas en el mar. En esta ocasión tras una revisión exhaustiva se pudo dar con la cantidad de droga repartida en distintos paquetes que había sido escondida.
Las intervenciones que se saldan con el decomiso de drogas dan pie a posteriores investigaciones para dar un paso más e ir hasta el fondo de los negocios que se esconden tras el tráfico de estupefacientes. En operaciones lideradas por el Instituto Armado se ha podido dar con la infraestructura que sostiene el negocio del hachís que genera importantes beneficios y permite otro delito paralelo, el del blanqueo de capitales para introducir en el circuito de lo legal lo que no tiene un origen lícito.
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