El pasado lunes fue un día especialmente emotivo para el cronista. Día de la Radio. Un año más, Antonio Martín me invita a celebrarlo, en directo, ante los micrófonos de ´Radio Ceuta´. Un detalle que le agradezco después de aquellos ya lejanos más de veinte años en los que, fiel y puntualmente, mi voz irrumpía a diario a través de la antena de la decana E.A.J. 46, después SER - CEUTA. Que se sigan acordando de ti mucho tiempo después de que yo decidiera abandonar el medio por voluntad propia, es un detalle que le honra a ese gran profesional y amigo. De corazón, gracias.
Martín trató de hacer de la efeméride en esta ocasión algo original emitiendo, en riguroso directo, desde el salón de actos I.E.S. ‘Clara Campoamor’, la conmemoración ese Día de la Radio ante el alumnado del centro y con la presencia de miembros de la residencia ‘Gerón’. Blanco y en botella. El presente, el futuro y el pasado de la audiencia radiofónica en la coctelera del análisis del medio.
La muestra fue muy evidente. Para los jóvenes, absorbidos por otros intereses con su enganche permanente a los móviles, la radio es una perfecta desconocida. Lo más que decían es que les sonaba de alguna manera, sí, pero a través de ver como la seguían algunos de sus padres o abuelos. Ni siquiera en streaming a través de esos teléfonos inteligentes de los que son incapaces de separarse noche y día.
Mucho habría que hacer por el futuro de la radio con estas nuevas generaciones con iniciativas como de la que hablamos por parte de los medios y también de los responsables educativos. En mi caso y por haber sido también docente, animé a estos alumnos a hacer de alguna manera radio con un taller específico del que salgan producciones para colgarlas en la red o incluso emitirlas en una emisora local. Les hablé de mi caso, de cómo me introduje en el medio, enganchado desde que era casi un niño gracias a uno de aquellos talleres o cómo se llamaran entonces. Con los medios existentes en la actualidad, la radio escolar, presente desde hace bastante tiempo en algunos centros educativos nacionales es una herramienta de primer orden en el aprendizaje y desarrollo de la personalidad de los educandos. De esto podríamos hablar otro día.
Y qué decir de la tierna y encantadora gente de la residencia Gerón, grandes consumidores del medio, ayer, hoy y hasta el final de sus días como todos los de su generación. Emocionante para mí fue ver como me recordaban bastantes de ellos, relatándome detalles que se habían borrado de mi memoria. Eso sí, fue al final, cuando me marchaba, ya que ninguno quiso acercarse al estrado para intervenir ante el micrófono, excepto una encantadora dama, Eloisa Guardiola, que nos enterneció a todos con sus vivencias radiofónicas, tan frescas y tan fuertemente arraigadas en su corazón. “La oigo y la oiré, sí. Qué sería de mí sin ella. Las noches son muy largas, hijos.
Hubiera querido haber permanecido en el ‘Clara Campoamor’ más rato, pero me aguardaba un taxi en la puerta para dirigirme a toda prisa a la COPE, a cuyos micrófonos me había invitado igualmente la entusiasta Maribel Dueñas para hablar también de este Día de la Radio.
Otro compromiso muy de agradecer, pues esa Radio Popular de Ceuta fue la que me devolvió a las ondas después de tres lustros alejado por completo del medio. Y no por falta de llamadas, dado que la desaparecida ‘Radio Perla’ o, con posterioridad, RNE me las habían hecho. Al final mi gran amistad y compromiso con el editor de este Grupo Faro, Rafael Montero, fueron decisivos para que volviera a aterrizar de nuevo en el medio radio, ya con otros formatos y totalmente alejado de las emisiones deportivas a las que había decidido renunciar para siempre.
Y si de la SER los recuerdos y la nostalgia son y permanecerán imborrables, qué decir de esta COPE donde tantas cosas he podido hacer y compartir en sus primeros tiempos, sólo o en compañía de quienes, desgraciadamente, ya nos dejaron para siempre, mi inolvidable y queridísimo Higinio Molina -algún día habrá que homenajear la memoria de este genio de la radio local-, junto con los también llorados Victoriano Cortines y Armando Fernández. Otros, afortunadamente, aún siguen entre nosotros: Montse Taboada, todavía en la emisora, y ya fuera de ella Paquito Gómez, el técnico, ‘Paco Braun’ para nosotros, los ‘deportivos’ Rafa Peña y José Manuel Gallardo, o aquellos dos críos que por entonces empezaban, y que en sus distintas facetas en la actualidad son dos puntales de primera fila en Radio Televisión Ceuta: Dani Oliva, su jefe de antena, y mi propio hijo, Ricardo José, jefe técnico del mismo medio, que aprovecha también cualquier oportunidad para engancharse a un micrófono, con una dicción y una voz que tantos aseguran confundir con la mía. ¡Cómo se transmiten los genes!
Recuerdos de la radio. Y si de la SER los recuerdos y la nostalgia son y permanecerán imborrables, qué decir de esta COPE donde tantas cosas he podido hacer y compartir en sus primeros tiempos
He de confesar lo feliz que me sentí durante la larga media hora que compartí con Maribel ante el micrófono, pese a que mi estado físico y el de mi voz no podían ser peores esa mañana. Qué contrariedad. Aquella fue otra forma de hablar de este Día de la Radio. Mujer profundamente vocacional, que casi al igual que yo aterrizó en el medio a sus 15 años, ambos protagonizamos un diálogo abierto, espontáneo y casi sin preguntas en un marco de complicidad propio de dos amantes del medio. Sencillamente esa radio de profundidad y complicidad que engancha y tanto llega al oyente. Confesaba Maribel que, en ese sentido, que le encantaría hacer una de esas emisiones intimistas de madrugada.
-Mira por dónde, le respondí. Lo mismo que yo, que tuve la oportunidad de hacer en la radio, excepto retransmitir una corrida de toros -cosa que jamás se me ocurriría por mis convicciones en torno a estos festejos, y esa radio de la que hablamos y que sólo hizo en Ceuta Higinio Molina, como tantas otras cosas, en aquella simpática ‘Radio Perla’, tan jovial, tan eminentemente local y tan abierta en la que Maribel se formó y trabajó hasta su desaparición.
Está en buenas manos el Medio Día Cope ceutí con esta autodidacta profesional, libre de estridencias, sencilla, cercana y con una dulzura de voz que engancha al oyente. Una radio con imágenes que también se puede oír y ver a través de ‘El Faro TV’ o en YouTube. Renovarse o morir y eso último difícilmente le sucederá a la radio.
Mi abuelo materno, Antonio Martos Peinado, fue uno de aquellos legendarios radioadictos que la vieron nacer y dieron sentido al medio con su fiel presencia al pie de un receptor, genuinos sembradores de vocaciones que, aún sin saberlo, engrandecieron en edad temprana aquel gran invento, que ya en los años treinta hizo posible el concepto de la aldea global.
Guarda de ‘Ybarrola’ tras su jubilación como Policía Armada, mi abuelo apareció un día, en 1956, pletórico de entusiasmo en su casa, con un Nord Mende Fidelio que había comprado a su amigo José María Más en su establecimiento de ‘Comercial Maza’, propietario también, por más señas, de ‘Radio Ceuta’. Apenas le dio tiempo a disfrutarlo ya que una repentina y grave enfermedad nos lo arrebató a los 72 años.
Fue la mejor herencia que pudo dejar a su yerno, Carlos Pérez Ortiz, el que fuera director provincial del Instituto Nacional de Previsión hasta su fallecimiento. Técnico de radio por vocación tardía por contagio de su suegro, tendió un dipolo desde la azotea de mi casa paterna de la Marina hasta la suya de Teniente Pacheco. Aquella gran antena nos permitió que la Nord Mende Fidelio nos acercase a todo el mundo, dándonos así a la familia el espaldarazo a esa radiomanía que todos llevábamos dentro. Una sana adicción que uno mantiene y mantendrá de por vida, condenado a tener siempre una microradio en el bolsillo, receptores presintonizados en todas las habitaciones, en el coche o en ese modelo nuevo con entrada USB, preciado regalo de Reyes de mi hijo. Y por si fuera poco, el streaming del móvil y los posdcats, faltaría menos.
Eran aquellas legendarias radiogalenas que él construía siguiendo los esquemas que aparecían en las revistas especializadas con dicho mineral y material de ferretería, horadando una caja de puros
Creo que mi abuelo fue de los primeros afortunados de tener una radio en casa. Cuando esos aparatos no se encontraban en los comercios del ramo o no podían costeárselos, él disfrutaba ‘fabricándolos’ para sí mismo o para regalárselos a sus amigos. Eran aquellas legendarias radiogalenas que él construía siguiendo los esquemas que aparecían en las revistas especializadas con dicho mineral y material de ferretería, horadando una caja de puros. Uno de aquellos artilugios fue también el que empujara a su hijo Juan a hacerse radiotécnico, profesión que desarrolló en los EE.UU. hasta su fallecimiento.
Por eso, en cualquier lugar de nuestra corta, cortísima familia, otra cosa no verán, pero aparatos de radio, muchísimos. Y la culpa de todo es de mi abuelo, aquel hombre sereno y extremadamente bonachón, que vendía o transformaba aparatos de radio como rosquillas; aquel mago de las viejas radiogalenas. La radio, sí. Mi juguete preferido de niño de cuya melancolía nadie me liberará jamás y de la que me resultaría imposible apartarme en lo que me queda de vida.
Ahí tienen en la imagen al señor Martos con su flamante Nord Mende Fidelio que, fallecido mi tío Carlos heredé yo y el que, a su vez, se llevará mi hijo cuando yo falte. Joya histórica de la radiodifusión, aún en perfecto estado de uso y que ahora comparte espacio en mi cuarto de trabajo junto al moderno Roadstar, ese último regalo de mi hijo, junto a otros artilugios radiofónicos.
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