Madrid nos toma el pelo. Vengo diciendo desde hace algún tiempo que son muchas las explicaciones que el presidente y el delegado del Gobierno han venido dando en los últimos meses, reforzando en las últimas semanas, al menos, las que han trascendido en la opinión pública, porque es de imaginar que luego están los contactos telefónicos, los informes, los mensajes y todos los métodos que hoy en día se puedan utilizar. Porque de otra manera, no entiendo que el Ministerio de Asuntos Exteriores le diga al delegado que están dispuestos a transmitir a Marruecos la necesidad de ese gran acuerdo. ¿Pero la necesidad de ese gran acuerdo que redimensione el comercio atípico puede salir del delegado del Gobierno en Ceuta? Esa idea más bien debería incluso de haber salido de un Consejo de Ministros, porque como muy bien dijo un día el presidente Vivas, la situación del Tarajal es uno de los grandes problemas que tiene España, aunque sea el principal de Ceuta. ¿Se puede entender que tres días antes de comenzarse oficialmente la OPE, debido a que Cucurull dice en Madrid que la situación se puede agravar con los colapsos, la Dirección General de Protección Civil vaya a avisar a Marruecos de que es necesario que se agilicen los controles de los vehículos patera para que no haya colapsos cuando comiencen a desplazarse los miles de ciudadanos marroquíes desde Europa? Ahora puedo entender esos comentarios que salen a la calle sobre la situación de desesperación que tiene el presidente Vivas cuando explica, vuelve a explicar y se cansa de explicar en Madrid y no ve soluciones. Las únicas, en definitiva, las que se pueden tomar aquí desde un punto de vista casero, porque no hay más.
También es verdad que cada uno tiene su carácter y puede hacer lo que le venga en gana, presionar más o presionar menos. Nada de ello es criticable. Sin embargo, me acuerdo de alguien que si hubiera vivido este momento tendría muy claro que o se lo arreglan de verdad o cogía la puerta y se iba a su casa, pero lo que no hubiera estado dispuesto era a hacer el ridículo ni un minuto más de lo necesario. Más claro que el agua.