La feria de Ceuta ha dejado de ser rentable para los feriantes. A la reducción de días hay que sumarle la presión a la que son sometidos el día que deciden abandonar la ciudad. Son esas víctimas colaterales de la presión migratoria que se vive en la ciudad.
Ayer mismo, muchos feriantes tuvieron que soportar revisiones exhaustivas dentro de la ‘Operación feriante’. Sin ser cómplices de nada, se convierten en las víctimas de los intentos del pase ilegal de los inmigrantes hacia la península. Independientemente de las largas esperas que deben soportar, muchas veces estos intentos provocan daños serios en las atracciones. Algunos relataban como en un intento de escapar escondidos entre los hierros de las atracciones, terminaron por romperle todas las bombillas de ésta, lo que le supuso un gasto inesperado.
Por este tipo de situaciones, venir a Ceuta se ha vuelto caro e incómodo para los feriantes. Algunos ya lo hacen sólo por tradición, porque forma parte de su calendario y prefieren venir a tener las atracciones paradas. Sin embargo, las ganancias no son las mismas. La disminución de los días de feria de nueve a seis provoca una merma considerable en sus ingresos, por lo que finalmente el afectado es el propio consumidor, que ve un incremento en el precio de las entradas a las atracciones, porque de otra manera trasladarse e instalarse en la feria de Ceuta sería un gasto inasumible para estas personas cuya vida es ir de localidad en localidad buscando la diversión de la gente.
Si a la poca rentabilidad hay que sumarle la persecución a la que son sometidos al final de su estancia en la ciudad, no nos ha de extrañar que muchos de ellos empiecen a descartar Ceuta como una ciudad viable para trabajar.
Otra consecuencia más de la presión migratoria y de la gestión que se hace de ésta.