Han sido jornadas de mucha presión en el mar. Días y noches en las que las embarcaciones parten de las costas marroquíes cargadas de hombres y mujeres, algunos de los cuales queda en el camino sin que nunca se sepa de su desaparición. Ni tan siquiera los que sobreviven informan de la pérdida de un compañero en el mar. Ayer, los servicios de Salvamento Marítimo localizaron el cuerpo de un subsahariano en aguas del Estrecho. Su cuerpo fue trasladado hasta Barbate por la Salvamar ‘Atria’, después de que un buque mercante lo divisara a unas cuatro millas al sur de Cabo Roche.
Se trata de un varón, sin documentos, que llevaba muerto varias horas, por lo que se presume que habría caído de alguna de las seis balsas con 55 inmigrantes que fueron interceptadas el viernes y trasladadas a Marruecos por sus patrulleras.
Mientras que Salvamento se hacía cargo del cadáver, un buque recogía a un subsahariano que se encontraba a la deriva, solo, en una balsa hinchable. La Salvamar ‘Alkaid’ se hizo cargo del joven, trasladándolo después a la península.
La llegada del buen tiempo está dando pie a un incremento de la presión en el mar. No hay jornada en la que no se produzca una salida para auxiliar las llamadas de emergencia de subsaharianos que han quedado a la deriva. Algunos de estos rescates se producen en situaciones extremas. Hace un par de días sucedió en Ceuta, con el hallazgo de una decena de subsaharianos que, ocultos bajo la niebla, fueron localizados en Juan XXIII. Constituían un auténtico peligro, imposibles de localizar por lo que se tuvo incluso que organizar un apoyo de seguridad integrado por Benemérita y Salvamento. En esta historia, los diez subsaharianos llegaron sanos y salvos hasta el puerto deportivo.
En otros casos no termina así, escribiéndose crónicas con desenlace trágico a las que no se puede poner freno. Al otro lado, en Marruecos, la población subsahariana es mayor. A pesar de las detenciones e incluso de la represión policial denunciada por las oenegés, los inmigrantes han retornado a Castillejos, Beliones y la carretera de Tánger para pedir limosna y alimento para intentar, cuando les llegue el momento, embarcar con destino a la península.