En esta pandemia causada por la COVID-19 el sufrimiento de millones de personas se ha convertido en un "enemigo amargo" que ha logrado robar a muchos la esperanza y la alegría. Pienso en todas aquellas personas que han perdido a sus seres queridos de un día para el otro y no han podido ni siquiera despedirse de ellos. O en los enfermos que se debaten entre la vida y la muerte mientras permanecen en los hospitales totalmente aislados del exterior. En las familias que han perdido sus trabajos y tienen que pagar, igualmente, las facturas a final de mes... o en los ancianos que tienen miedo de morir solos. Pienso en quienes pasan necesidad y en todos los que, en esta "tormenta", se sienten abandonados a la deriva de una suerte que no parece estar de su parte.
En este sentido, resuenan más que nunca las palabras del Papa Francisco pronunciadas en su oración por el fin de la pandemia, el 27 de marzo, en una plaza de San Pedro completamente vacía: “Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: «perecemos», también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos. Nadie se salva solo”.
La actual emergencia sanitaria, que sin duda ha marcado nuestras vidas, no nos deja indiferentes porque, de manera directa o indirecta, todos hemos sido afectados y arrastrados por una serie de normativas que han cambiado nuestros hábitos cotidianos, rutinas, así como nuestra forma de trabajar e incluso de relacionarnos con los demás.
"No todo está perdido", ya que este momento crucial que atraviesa la humanidad, puede convertirse en la oportunidad propicia "para volver la mirada en Aquel que nos dio la vida y que nació en Belén”. Una nueva oportunidad para despojarnos de todo aquello que es superficial en nuestras vidas.
Esperemos que el nuevo año 2021, en nada se le parezca al que se va, al que le dimos la bienvenida con alegría e ilusiones, sin imaginar que el muy cabrón e ingrato, solo nos traería desgracias. Igualmente para mi, personalmente, lo fue el 2016.
Felicidades para todos y saludos cordiales.
Esperemos que el nuevo año 2021, en nada se le parezca al que se va, al que le dimos la bienvenida con alegría e ilusiones, sin imaginar que el muy cabrón e ingrato, solo nos traería desgracias. Igualmente para mi, personalmente, lo fue el 2016.
Felicidades para todos y saludos cordiales.