Las quemas organizadas de rastrojos, contenedores o vehículos se han convertido en una forma de estudiar la reacción que tendrá la Policía Nacional para practicar emboscadas y terminar apedreándola. La provocación no cesa y se ha convertido en algo ya habitual. La última noche se repitieron los protagonistas de unos mismos hechos que no terminan de ser cortados a pesar de las voces críticas, sindicales y sociales, que han clamado contra ellos.
Hasta en tres ocasiones se produjeron quemas, primero de rastrojos y después de varios contenedores, todos ellos en el Príncipe. Quienes provocan las quemas saben que los Bomberos acudirán solo escoltados por la Policía Nacional, tal y como se establece en el protocolo que fue suscrito en la Delegación del Gobierno. Dichas quemas se practicaron para forzar la intervención policial y provocar después los apedreamientos. El último de la noche terminó con el lanzamiento de material antidisturbio por parte de la Policía para repeler el ataque. A uno de los agentes le alcanzó una piedra sin causarle daños de consideración.
Este episodio se suma a la ristra de apedreamientos sufridos por las fuerzas de seguridad. No solo la Nacional, también Guardia Civil, Local y los propios Bomberos. Las quemas se llevan a cabo para forzar la subida de la Policía y terminar causando apedreamientos. Los propios vecinos del Príncipe han denunciado estas prácticas y los sindicatos policiales han solicitado cambios de directrices para conseguir las armas suficientes para detener a los implicados en estos apedreamientos.
¿Cuál es el problema? El primero, que existen directrices verbales de que la Policía quede en los alrededores del barrio, sin acceder a su interior para evitar tensiones. Lo segundo, que los autores de los apedreamientos cuentan con sus propios escondites y saben zafarse de una posible persecución. Si se introducen en viviendas, sería obligado contar con órdenes judiciales para acceder a esos inmuebles, algo que no se obtiene fácilmente.
La situación que se pone encima de la mesa es complicada. Se produce un continuado ataque repelido con una acción policial que no sirve para solucionar la problemática completa. Ni la presencia de un tercer subgrupo de la UIP y la organización de controles nocturnos por las inmediaciones de Loma Colmenar y Príncipe sirven para frenar este tipo de acosos.