La historia de Maate y de Busecri es la historia de dos señores, de dos trabajadores del taxi, de dos amigos. Juntos suman noventa y cinco años al volante, llevando a ceutíes y foráneos de un lado a otro de la ciudad, callejeando con presteza, sorteando obstáculos, confiándose secretos, celebrando alegrías, solucionando inconvenientes. El último aún no se ha solucionado pero “la situación se ha salvado”, dice Busecri, apoyando la mano sobre el hombro de su viejo colega de fatigas, el hombre que “me echó una mano nada más enterarse de mi problema, que no era otro que quedarme sin coche, sin medio de trabajo”.
La manera en que socorrió Maate, el conductor que más tiempo lleva al volante de un taxi en la ciudad –“ con éste son cincuenta y tres años y aunque ya esté jubilado aún mantengo la licencia y las capacidades físicas y mentales para la correcta práctica de la profesión”– fue haciéndole un contrato por quince días, “o un mes, o el tiempo que haga falta para arreglar el problema”, que le permite conducir uno de sus dos taxis, el número 113, “porque el otro lo lleva un hombre que lleva a mis servicios nueve años y medio, siempre como contratado, nada de pruebas, ni contratos precarios ni nada por el estilo”.
En la mirada de Maate se descubre la sinceridad de los hombres bondadosos, sensación que casa a la perfección con el contenido de su mensaje: “Si un compañero del taxi no encuentra soluciones a su problema y veo cómo la pieza que busca es difícil de encontrar en España, de hecho la han pedido a una fábrica de Alemania, le ayudo en lo que puedo porque sé que tiene que pagar letras, gasolinas, impuestos, que tiene que comer y dar de comer a la familia y además eso mismo que le ha sucedido a él, me puede ocurrir a mí en cualquier momento”.
¿Acaso socorre Maate a Busecri porque le sobra el dinero? “Tal y como se encuentra el panorama actual en España, todo el sueldo que gano se funde en comer, pagar impuestos y demás obligaciones por lo que sobrar no sobra nada o casi nada”. Repuesta evidente: lo que le sobra a Maate no es dinero, es corazón.
La pesadilla comenzó para Busecri el día, cercano, en que del motor de su coche, un flamante Volkswagen modelo Caddy Maxi, un ruido se desató y “ya no dejó de molestar”. “Es una avería muy extraña y poco común en la caja de cambio, se trata de una pieza eléctrica de reducido tamaño, algo así como un fusible”, explica apesadumbrado el conductor aunque ya avista la luz al final del túnel “porque acabo de hablar con la casa y me han comunicado que la avería ya está cerca de ser subsanada y ya sólo faltaría traer el coche”.
Pero Busecri no es el único perjudicado, porque, se da la casualidad, de que su coche es el único adaptado para los minusválidos de todos cuanto componen la plantilla de taxis de Ceuta y, por este motivo, el conductor lanza un mensaje a sus clientes habituales: “pido sinceras disculpas a todos los que se hayan visto afectados por la avería de mi coche, me refiero a todos los ceutíes discapacitados que se decantan por mi vehículo para transportarse debido a las comodidades que un coche adaptado ofrece”.
Seguro que los clientes de Busecri sabrán entender la ausencia del taxi 113, como sabrán apreciar el gesto solidario de Maate, la mano amiga que se extendió en el momento más necesario.
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