Confederación de Empresarios y sindicatos se han sentado a la misma mesa de debate para tratar de hacer un diagnóstico acertado de lo que está ocurriendo en la frontera. Todos ellos alertan de que el caos fronterizo está ahogando a la ciudad. Son voces autorizadas, presentan quejas y planteamientos dignos de tenerse en cuenta. No hablan ellos solos, creo, sin temor a equivocarme, que existe unanimidad a la hora de valorar el estado real en que se encuentra la frontera.
Desde las administraciones siempre se han quejado de las críticas, reclaman soluciones. Ahora las tienen en forma de documento, el que han elaborado para reflejar lo que sucede en un paso del que, de una u otra manera, dependemos todos.
Sobre el papel aparecen unas medidas muy concretas, cuyo desarrollo es factible, siempre que se esté dispuesto a escuchar y atender lo que otros digan. Puede que muchos de los que hoy lean las propuestas de los empresarios concluirán que estos solo se mueven por cuestiones económicas y que ahora si salen a la palestra es porque les escuece el bolsillo. Es una visión muy reduccionista de la realidad, porque nadie en su sano juicio puede concluir que en la frontera impera la normalidad, que lo que allí sucede no va a tener consecuencias para nosotros. Estamos muy equivocados, lo curioso es que todavía no se haya producido una unión de todos los ciudadanos para protestar por lo que a todos nos afecta. Más se critica en las redes sociales que en la calle, más en los corrillos que a través de propuestas. Ahora que las tenemos, lo menos que se puede esperar de una población que en esto debe estar unida son las críticas porque sí, por mero rechazo o por conclusiones basadas más en prejuicios que en realidades.
De momento quienes mandan en plaza solo han ofrecido promesas y esperanzas de que Madrid mueva ficha, pero el día a día nos ofrece una visión cada vez peor del problema, con situaciones extremas que se producen, con una ciudad desdibujada por lo que allí ocurre. La normalidad no debería ser noticia y ahora resulta que desgraciadamente que no haya colas, que se pueda circular con normalidad, que haya tránsito más o menos fluido termina siendo motivo de debate como un logro del que tememos su pronta pérdida.