Se le enterró, cuatro días después de su hallazgo, sin lograr dar con su identidad. Sin nombre, sin placa, el cuerpo del subsahariano encontrado muerto asido a un flotador el pasado viernes descansa ya en uno de los nichos de Santa Catalina. Durante este tiempo ha sido inviable ponerle nombre y apellidos, registrándose con los términos de ‘varón, raza negra, sin identificar’, como tantos otros que descansan para siempre en este camposanto.
Tenemos una deuda pendiente con todos los que se fueron y con los que desgraciadamente se irán. No hacemos lo suficiente para saber su identidad, para que su familia sepa en qué estación de su periplo clandestino falleció. No hay neveras suficientes en la sala de autopsias como para tener un cuerpo durante un tiempo hasta que se agoten determinados plazos, lo que fuerza a realizar enterramientos rápidos. En este caso se ha esperado cuatro días, hay ocasiones en las que no han pasado ni 48 horas. Tenemos casos en los que a los dos días de realizarse el enterramiento se ha logrado saber sus datos, sin posibilidad ya de una exhumación ya que hay que cumplirse con el reglamento sanitario en vigor, con la ley.
Ceuta, como ciudad de tránsito de inmigrantes, como escenario de muchos naufragios y demasiadas muertes, tiene que hacer un esfuerzo por disponer de medios básicos que favorezcan las identificaciones. No lo hacemos. No hay razón. Sí consecuencias.