Las fuerzas de seguridad investigan los posibles fallos que han podido ocurrir antes y después de los atentados de Barcelona, centrándose sobre todo en la figura del imán Satty y cómo podía gozar de una situación de falta de control absoluta a pesar de haber tenido contactos con detenidos por yihadismo.
En 2006, el juez Grande Marlaska pinchó su teléfono en el marco de una operación que terminó con la desarticulación de una célula en Vilanova i la Geltrú, pero el imán terminó siendo apartado de las indagaciones policiales al considerarse que solo era compañero de piso del líder de esa célula. No quedó rastro de sus controles por eso cuando la Guardia Civil lo detuvo en el puerto con hachís oculto en su vehículo nunca saltó la alerta. Fue juzgado, condenado y encarcelado sin que se le vinculara con estas indagaciones previas.
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