Fin de campaña. La peor de todas, la más inservible. Una campaña supuesta para 8 partidos registrados en Ceuta en la que solo se han conocido actos de 3. Una campaña a base de canutazos sin sentido, con reuniones sin interés y las mismas promesas. Una campaña afeada por la utilización del terrorismo, pueril, centrada en reproches y con masiva utilización de panfletos electorales solo útiles para bloquear buzones y gastar papel.
Cerramos una campaña de nivel bajísimo, una campaña en la que incluso algunos candidatos parecía que acudían sin ganas a los sitios o directamente ni comparecían. Una campaña en la que por necesidad se tenía que comparecer cada día aunque no se tenía nada interesante que contar. Eso es sin duda lo peor, que se hable por hablar.
La desconexión social se nota, se palpa en la ausencia de comentarios y en los nulos impactos que suponen las intervenciones de los llamados a representarnos. Ni los propios partidos se han atrevido a hacer excesivo autobombo en sus redes a sabiendas de que la partida de la empatía la tienen más que perdida.
Lo más grave para un político es perder esa sensación de respeto social y creencia en su poder. Cuando el votante desconecta, cuando el ciudadano mira hacia otro lado o ni siquiera hace el esfuerzo de comprender lo que se le dice, ha llegado el momento de hacer una depuración intensa tan fuerte que el cortocircuito está más que garantizado.
El sota, caballo, rey; esa maquinaria sencilla que los partidos estaban acostumbrados a explotar no funciona ya. No sirve este tipo de campaña: ni el buzoneo masivo, ni el reparto de papeletas, ni las pegadas de carteles, ni los canutazos. Son apegos a lo antiguo que no llegan a la sociedad, que aburren, que no calan.
Hemos asistido a una inservible campaña previa a esa cita con las urnas. No aprenden cómo preparar el terreno ante una de las apuestas clave para la historia. Lo realmente preocupante es que no sepan como elegir el buen camino. La ignorancia no tiene remedio.