Seguramente me iré de este mundo sin entender por qué se oculta al que te ha hecho tanto daño. Se le tapa como al polvo bajo la alfombra para que nadie sepa que una vez estuvo ahí, haciéndolas pasar putas. Pero estuvo y -lo que es mucho peor- permanece intocable.
Como en El viaje de Chichiro, el rey de la pestilencia sólo se transforma en dragón mágico cuando le limpian toda la inmundicia que le pudre por dentro. Y para eso hay que limpiar y cortar y luego jalarle con fuerza de la podredumbre que lleva en su interior para separarle de ella.
Al maltratador no se le debe ni perdón, ni rencor, ni venganza, ni olvido, sino justicia, reparación, culpabilidad y penitencia. Al maltratador no se le debe tener miedo a que te mate, ni pánico a revivir el daño, ni rencor al recordarle, ni odio al nombrarle de soslayo. Hay que enfrentarle con pie firme como a lo malo de la vida, para crujirle la credibilidad circundante.
Es necesario sacarle los hechos a la luz del día para que no se alimente del dolor, ni se haga fuerte con el silencio.
El maltrato no se susurra en la ignorancia, ni se comparte en petit comité con voz distorsionada, ni se olvida, ni se esconde, sino que se grita a pleno pulmón para que no se escape, ni se reproduzca. Se quema a vivo fuego y se le marca por siempre, se maldice, se escupe, se escandaliza, se retransmite, se critica, se araña , pero nunca se tapa ni con los hijos, ni con la sociedad que mira hacia otra parte, ni siquiera con el pavor que nos da quien nos mata lentamente aplastando nuestra autoestima.
Al innombrable hay que ponerle nombre y apellidos, hay que quitarle derechos que no se ha ganado sino defecado en ellos, hay que dar con su cara, sus gestas y " méritos" en la sede de un Juzgado para que le "premie" como corresponda.
Se le ha ocultado –quizás toda una vida-por miedo o por vergüenza ajena, dejándolo tranquilo que siguiera con su vida como si nada, pensando en nuestra oscuridad mental que era lo mejor para todos. Pero a cambio de esa rastrera libertad nos condenamos al rencor, a la depresión, a la intransigencia de no poder disfrutar de esa vida que creíamos tener cuando diéramos puerta al innombrable pasando página para siempre.
¿Saben por qué?? Porque la página estaba impregnada en sangre fresca, en babas de rabia acumulada, en manos dobladas y amordazadas, en huesos rotos, en palizas consecutivas y gritos acallados en tu propia casa.
Por eso no habrá paz hasta que este malnacido pague por lo que ha hecho, porque lo primero que debe entender es que lo ha hecho y es nuestro deber decirlo para que todos lo sepan. Porque a él le interesa nuestro silencio que nos hace cómplices de sus fechorías y le da respetabilidad social.
Entiendo que nos ha manipulado tanto, dañado tanto y doblado tanto que ahora que estamos fuera de su alcance creemos que lo mejor es olvidarlo todo como si no hubiera sucedido, pero todo vuelve. El olor amargo de la lluvia verdinegra lo apesta todo, se nos agarrota en la cabeza, en los ojos, en el cuerpo y en nuestra vida que se vuelve basura por él. Otra vez por él. Parece que nunca lograremos la felicidad, pero es otra más de sus mentiras porque nunca hemos sido más fuertes. Sólo debemos creérnoslo. Y ponerle nombre y apellidos y denunciarle para que todos sepan lo muy mierda que siempre fue. Y que ya no le tenemos miedo.
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