Desde la Loma del Morro, Bartolomé Ros quiso inmortalizar aquella Ceuta que iniciaba su crecimiento cuando él era apenas un adolescente. Pura coincidencia, pero oportunísima, porque gracias a su afición por la fotografía, hoy, cien años más tarde, podemos ver como era nuestra querida tierra antes de saltar los límites de las Murallas Reales, que, en esta imagen, destaca fundamentalmente por su altura, el Baluarte de la Coraza, que hacia el sur se une al espigón de la Rivera por la llamada Coraza Baja, desaparecida a principios de los cuarenta cuando se iniciaron las obras para la construcción del Puente de la Virgen de África. La conservación de dicho espigón ha sido motivo de especial atención para todos nuestros gobernantes y Reyes desde hace ya más de seiscientos años. Así Juan III (siglo XVI) vio la necesidad de fortificarlo con mayor grosor y artillarlo, igualmente, en tiempos de Carlos III, D. Diego María de Osorio, también las reforzó y las dotó con una batería más poderosa dándole la estructura que hoy presenta.
Después de tantos siglos de trabajo y tremendos sacrificios por la conservación, siento grima al contemplar como sus sillares van desapareciendo desde hace unos pocos años, mientras las olas que embisten el pizarroso terreno del Chorrillo siguen abatiendo constantemente los esfuerzos realizados para defendernos.
Colección:
Manuel Ramos Almenara.
Fotógrafo:
Bartolomé Ros.
Texto:
Juan A. Rodríguez Morales.